Neftalí Gómez Suárez, Médico independiente y librepensador.
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A propósito de las amenazas, difamaciones y discriminación que por épocas de pandemia pululan contra el preciado cuerpo médico y paramédico… ¡Repudiable!, así de escueto y claro; no es para menos, esa sensación de impotencia con el sabor metálico de la ingratitud.

Es perturbador, absurdo e incomprensible que la ignorancia y el mismo espíritu de “traqueto frustrado” que abundó en nuestro país hace poco más de un par de décadas, siga rondando el imaginario desbarajustado de algunos majaderos, al mejor estilo de las películas vikingas de moda, donde un cuchillo en la garganta es requisito en cada escena para demostrar supuesto poder y valor.

Se necesita ser un salvaje, cobarde o desadaptado para afrentar y aterrorizar a quien procura salvar vidas con armas tan disímiles e inocuas como un fonendoscopio, una linterna manual, un termómetro o unas gasas.

¿Qué valor puede denotar un canalla que busca aterrorizar a un indefenso y su familia?, no se necesita ser un erudito para comprender que es sencillamente imposible confabular a todos los profesionales de la salud, buscando un plan siniestro que contravenga a aquello que juró proteger. Ilógico ese imaginario, porque ni siquiera se ha podido unificar al sector salud para buscar mejores condiciones laborales, mayor estabilidad o equipos suficientes y de buena calidad para dar una batalla justa con sus únicos enemigos: las enfermedades y dolencias que aquejan al ser humano.

No es de seres racionales, lastimar la mano que se tiende para ayudar. Se requiere una dosis alta de cinismo. Acaso tiene alguna lógica dejar cada mañana la apacible tibieza del hogar para ir al frente de batalla -la primera línea- en una guerra sin tregua, fría, desconcertante y antes que recibir palabras de aliento que permitan prevalecer, recibir palabras como: “quiero, deseo y estoy encantado de meterle una bala en esa cabeza…” o “usted es de esas personas que uno quiere pasarle un buen cuchillo TRAMONTINA por el cuello…”? y una pregunta más aciaga; ¿no sería comprensible y justificado si los profesionales de la salud eligieran la supervivencia propia, la comida caliente de casa, las comodidades de un sofá viendo su película favorita y abandonar, así sea temporalmente, los hospitales y sus enfermos?, eso es lo que la sociedad desea? No es una propuesta, es una pregunta fría que espero nunca sea necesario materializar.

Continuar la labor, eso se ha hecho y se seguirá haciendo, con sentidas pérdidas de nobles kamikazes que una vez juraron procurar el bien y no hacer daño, pero la humanidad que reclama su ayuda, hoy más que nunca debe apoyarlos y darles su respaldo sentido, protegiendo a cada uno de ellos y lamentando los vituperios con blindajes de aliento para que aún aquellos que profirieron amenazas puedan reconocer su error y recibir auxilio de esas manos sanadoras.