Cada 26 de septiembre recordamos el Día Mundial para la Prevención del Embarazo no Planificado en la Adolescencia, una situación que es especialmente preocupante en américa latina y el caribe, donde se cuenta con los segundos índices de embarazo adolescente más altos de todo el mundo. De los países de américa latina además, Colombia tiene de los índices altos en el sur del continente.

Por su parte, Venezuela ocupa el sexto lugar según datos del 2020, lo cual significa que con el fenómeno migratorio que se viene presentando por la crisis del vecino país, aumentará de manera substancial los índices de embarazo adolescente en nuestro territorio nacional. Esto se convierte en una gran oportunidad para volver la mirada hacia los complejos matices que tiene esta realidad que debe ser atendida en nuestros países para superar la pobreza y la pobreza extrema, y con ello el hambre, las brechas de género, las necesidades básicas insatisfechas, etc.

Otro de los aspectos importantes del fenómeno del embarazo precoz, es que es mucho más común en zonas rurales, es decir, las adolescentes del campo tienen mayores riesgos de concebir una vida a temprana edad que las chicas que residen en los centros urbanos. Este es un matiz que se debe tener muy presente a la hora de realizar proyectos transversales efectivos de educación sexual y construcción de ciudadanía para las instituciones educativas rurales, donde por la misma lógica de la educación, se cuenta con poco personal docente para dar respuesta a tantas necesidades acumuladas históricamente por el gran olvidado en nuestros países, el campo. Se reconocen esfuerzos de los programas del gobierno que han buscado acercar la educación sexual a este sector, pero sin duda alguna hace falta mucho para poder desnaturalizar varios imaginarios que existen en torno al embarazo y la sexualidad, tales como:

  • “Las mujeres tienen que apurarse a tener hijos/as, antes de que las deje el tren, porque después de los 20 ya no sirven”.
  • “Las hijas tienen que conseguirse un marido lo más rápido posible para que las mantenga”.
  • “Las mujeres no pueden planificar, a menos que su esposo les dé permiso de hacerlo”.
  • “Los métodos de planificación enfrían a las mujeres”.
  • “La razón de que las mujeres existan es que tengan hijo/as, una mujer que no sirva para parir no sirve para nada”.
  • “Para que va a estudiar una mujer en el campo si va a estar en la cocina y teniendo muchachitos”.
  • Entre otros.

En lo que se refiere a temas de género, se reconoce que aunque hay hombres adolescentes que también reciben los efectos de la paternidad precoz no planificada –en los casos en los que asumen su responsabilidad como padres-, los proyectos de vida de las mujeres son los más afectados con la maternidad, una gran brecha que no se reduce con los años, porque aunque es un tema de dos, existen ventajas desde lo biológico y lo psicosocial que implican grandes diferencias entre ser madre y ser padre cuando se es adolescente.

Gran parte de estas diferencias están relacionadas con la falta de una educación sexual integral que les enseñé a las niñas sobre amor propio para no buscar en relaciones de pareja lo que deben darse ellas mismas; una educación sexual que permita que también las mujeres –como desde siempre lo han hecho los hombres- se reconozcan en su placer, antes de que otro explore su cuerpo y se beneficien de su ingenuidad y/o de la falta de autocontrol de sus instintos; el inicio de las relaciones sexuales en las mujeres es cada vez más temprano y esto aumenta exponencialmente los riesgos de quedar preñadas, pues se ha encontrado que no cuentan con la información completa sobre métodos anticonceptivos y si la tienen, existen barreras para acceder a estos, especialmente con los métodos de planificación de alta adherencia (implante subdérmico y dispositivo intrauterino) que son los más recomendados para estas edades; la violencia vivida al interior de los hogares que lleva a muchas a desear un embarazo para salir de esa realidad que tanto les pesa, también es un factor que se debe atacar con el apoyo de las instituciones, de los grupos sociales de base y de la comunidad en general.

Y nos queda con todo este recorrido un punto importante por abordar y es el papel de los hombres en la prevención del embarazo en la adolescencia.

Es grato encontrar que cada vez más caballeros están empoderados de su decisión sobre la paternidad, al punto de optar por la vasectomía cuando no se sienten en el deseo o la preparación para asumir la responsabilidad de tener descendientes. Sin duda alguna, el papel de estos en el asunto es fundamental por un tema matemático; cada mujer tienen una edad para la reproducción que puede estar en aproximadamente 30 años y cada año tiene una posibilidad de engendrar una vida. Esto nos da un promedio de entre 15 y 20 hijos potencialmente en su etapa fértil. Por su parte, el dato conocido de mayor cantidad de hijos engendrados por un hombre es del Emperador Abdul Násir Mulay Ismaíl  de la Dinastía Marroquí Alauí, entre 1672 y 1727, quien tuvo por lo menos 1.171 hijos.

Con este dato tan simple pero tan significativo, podemos entender que el embarazo no planificado en la adolescencia es un fenómeno social que puede ser reducido con un compromiso de unas masculinidades que comprendan que no son más hombres por tener más hijos/as regados por el mundo, porque lo que les hace hombres es asumir la justicia de cuidar de sus compañeras sexuales y/o amorosas, permitiéndoles decidir sobre su maternidad y orientándoles cuando estas no conozcan formas de protegerse; enseñándoles a esperar para iniciar su vida sexual; instruyéndoles sobre otros modos de amar desde lo físico que a veces puede traer para ellas más satisfacciones, que el egoísta coito que se practica en muchas ocasiones en una relación sexual.

La invitación para hombres y mujeres es siempre a pensar, a actuar con consciencia, a dar pasos seguros, a decidir la familia que quieren formar; a no ser barcos a la deriva.; a cuidar su salud, a prevenir infecciones de transmisión sexual y a honrar la grandiosa posibilidad que juntos tienen de dar vida, procurando que quienes nazcan de sus semillas sean seres humanos planeados, deseados, respetados, amados y acompañados por progenitores centrados y conscientes de su proyecto de vida.