La navidad es un momento muy bonito del año; el dinero nos alcanza para casi todo, estamos dispuestos a la felicidad y el placer de compartir y festejar. Sin embargo, no para todas las personas termina tan bien las cosas al final de las festividades. Por eso, dejamos por aquí algunos llamados al buen vivir, al bien sentir y al bien relacionarnos.
- Extrememos el cuidado de la infancia… es común que las fiestas de fin de año se conviertan en el escenario propicio para que abusadores dentro y fuera de la familia se aprovechen de la parranda y las borracheras de progenitores para dañar a los dueños de la navidad, nuestros niños y niñas.
- Consumamos licor con mesura… en esta época llena de abundancia, bebamos con tranquilidad, las penas no se ahogan y la dicha no se hace más grande por estar en mayor estado de embriaguez. Controlar esto nos permite disminuir los índices de violencia intrafamiliar, la violencia sexual y psicológica, y otro sinfín de cosas causantes del famoso “guayabo moral”.
- Asumamos una sexualidad responsable… usar condón y otros métodos de planificación garantiza que en agosto o septiembre no estén naciendo bebés hechos en medio de borracheras u otros estados alterados de conciencia por consumo de sustancias, o que debamos someternos a fuertes tratamiento de salud por la adquisición infecciones de transmisión sexual después de entregarle nuestro cuerpo a una persona cualquiera o incluso a alguien que hace parte de la vida, pero con consecuencias a veces inesperadas.
- La diversión no tiene que ser explosiva… seguro que encontraremos formas seguras y tranquilas de divertirnos en navidad, distintas a la pólvora; no tenemos que estar al filo del peligro para poder sentir que estamos de fiesta. Muchas personas han terminado sus celebraciones de fin de años con cicatrices imborrable en el alma y en el cuerpo, que fueron perfectamente posibles de prevenir.
- Tomemos la vida con calma… esta es una época que nos invita al amor, pero nuestras almas heridas tienen el hábito de sabotear los mejores momentos en familia. Quizá nuestra infancia no es el mejor recuerdo, tal vez nunca recibimos lo que le pedimos al niño Dios; pero el estar aquí hoy es un regalo de la vida que nos invita a seguir sanando, perdonando y honrando a nuestra familia el haber hecho lo mejor que podían con lo que tenían. Evitemos los conflictos familiares.
Demos a nuestros hijos e hijas los mejores momentos posibles y regalémonos a nosotros mismos unas felices fiestas de fin de año, a partir de una vida llena de buenas acciones y de las mejores decisiones.