Por: Germán Vallejo.
Que en las telenovelas no actúen personas mayores de 50 años, está bien. Que los cantantes y los presentadores de los noticieros sean menores de 45 años, no importa. Pero que en los centros de decisión municipal, departamental y nacional no hayan personas maduras, probas, con experiencia y criterio propio, eso sí prende las alarmas.
FUNCIONARIOS ADULADORES
En la mayoría de los mil municipios que he visitado en Colombia, los equipos de gobierno municipal están constituidos por personas jóvenes y ambiciosas que ven en la burocracia su gran oportunidad.
Pero ante todo deben hacer venias, acatar órdenes y de ninguna manera cuestionar las decisiones de un ‘rey’ que solo necesita vasallos incondicionales, asistentes sin criterio.
Entre los funcionarios de las alcaldías no se ven personas mayores de 60 años. Los secretarios son tan jóvenes como el jefe, y tan dóciles como los necesita el burgomaestre.
Los sesentones están vetados no obstante su sabiduría, experiencia y capacidad de disentir, advertir el riesgo o aquietar la ambición desenfrenada.
INTERESES EGOÍSTAS
Los alcaldes generalmente son jóvenes soberbios, ambiciosos de poder, dinero y figuración en los medios, para luego aspirar a un cargo superior.
En casi todos los municipios la corrupción ni siquiera genera alarma; se dá por sentado que quien sube al poder lo hace para enriquecerse, no para servir. Por eso en cada cuatrienio le llueven pretendientes a los cargos públicos de elección popular.
Terminado el mandato, el burgomaestre se pierde, no se vuelve a ver por el pueblo donde se movía en camioneta de lujo y con guarda-espalda; le llega el turno de disfrutar de sus ‘ganancias’ en la ciudad o fuera del país.
De pronto regresa para postularse a otro período o cargo superior y recompensar a sus ahijados políticos con jugosos contratos en empresas de papel, diseñadas a la medida de la licitación.
Cuando en la visita a pueblos pregunto: ¿De quién es esa casa tan bonita allá arriba? ¿Quién es el dueño de esa finca hermosa a la entrada al municipio? Los lugareños responden sin asombro: esa propiedad es de un señor que fue alcalde.
Increíble que con sueldo de cinco o siete millones un dirigente pueda volverse rico de la noche a la mañana.
DEMOCRACIA PARTICIPATIVA
Sin ciudadanos pro-activos que denuncien los abusos nunca acabaremos con la corrupción. Las ‘ías’ hacen muy poco para la cantidad de funcionarios que llegan a los organismos de control, casi siempre pagando favores políticos.
La realidad es que no estábamos preparados para la elección popular de alcaldes. Nuestra democracia debió madurar y ser más participativa antes de dar el paso a un modelo ideal que compromete a toda la comunidad.
¿Cuándo tendremos en Colombia ciudadanos activos que le pongan freno a tanta corrupción?