Es inevitable tener un sentimiento de indignación y enfado cuando tocan lo que amamos, si son sitios sagrados e infraestructuras que representan la ciudad y su valor patrimonial se hacen obvias las reacciones masivas de rechazo.
Sin duda, los mensajes pintados van más allá de los daños a las fachadas sacras y patrimoniales; al parecer pretendieron identificarse como consumidores y defensores del cannabis, detractores de representantes políticos que ostentan el poder y ofensores a la iglesia católica, no obstante, los actos del pasado 21 de julio, no representan estas tres pretensiones.
Estigmatizar el consumo
En primer lugar, el uso de la marihuana para fines terapéuticos, medicinales y recreativos es una lucha que se viene desarrollando desde hace años con grandes debates a nivel mundial con representantes tanto del lado opositor a la legalización como de quienes desean defenderla, sin embargo, las personas que realmente defienden su uso legal jamás acudirían a actos tan bajos y ofensivos, por lo que quienes hicieron estas pintas en las fachadas jamás podrían denominarse "activistas".
Oposición.
Las mismas autoridades, incluyendo el alcalde, deben tener presente que la oposición es una necesidad para la democracia, la participación de todos en las decisiones y el control del poder desbordado. Los habitantes de Santa Fe de Antioquia, como cualquier ciudad en crecimiento demuestran diversidad de pensamientos, opiniones y corrientes políticas, lo que causa en efecto una división entre su población. Las expresiones de rechazo por acciones tomadas por la autoridad a través de los medios adecuados tienen que ser válidas, respetables y escuchadas, tanto por el alcalde, demás autoridades y la sociedad en general evitando a toda costa confrontaciones violentas.
Dicho lo anterior, los actos del 21 de julio tampoco representan los detractores del alcalde Felipe Pardo y de seguro que aquellos críticos serios de la actual administración reprochan los mensajes irrespetuosos y difamadores.
Desde esta columna de opinión, además de los daños causados a fachadas, se rechaza de manera enérgica las intenciones de dañar también a los seres humanos a través de insultos públicos, lanzando improperios e infamias contra una persona, mencionando aspectos personales que nada tienen que ver con el ejercicio político o con el cargo de primera autoridad municipal. Es muy infortunado que en redes sociales este agravio personal tome cierto eco por personas que deberían pensar dos veces en lo que publican o retransmiten en sus cuentas personales.
Ofensores de la iglesia católica
Ningún acto que transgreda las creencias y cultura de otras personas tiene justificación alguna; este agravio es peor cuando la ciudad madre tiene una vocación católica desde hace varios siglos, estos actos vulneraron el propio “ADN” cultural y religioso de los santafereños. En este aspecto me uno a lo expresado por el arzobispo Antonio Corrales quien manifestó su dolor por la ofensa e irrespeto hacia la comunidad y propone adelantar labores educativas intensas desde la familia y la escuela para cambiar estas realidades desafortunadas.
En este aspecto, se reitera que los actos del 21 de julio tampoco representan a los críticos de la iglesia católica y sus representantes.
El enfado es el peor consejero.
Las rabias han sido culpables de tomar muy malas decisiones, si bien en este suceso hay un trasfondo ajeno a los culpables de estos comportamientos absurdos y deplorables, las autoridades no pueden dejarse llevar por la frustración y transmitir a los ciudadanos sus enfados (esto podría provocar más odios y violencia), jamás se debe olvidar el respeto por las instituciones y actuar siempre en derecho.
Hubo dos factores desafortunados para las autoridades municipales. La primera es que se evidenció de manera pública la falta de control policial, pues estos actos se llevaron en plena hora de toque de queda y el recorrido de los saboteadores no fue corto, incluso, lo más probable es que debieron pasar a pocas cuadras del comando de policía.
El otro hecho simbólico es que estos atentados contra fachadas de infraestructuras sagradas y patrimoniales se hicieron en el mismo lugar y a horas de haberse llevado a cabo los actos oficiales con todas las autoridades civiles y militares presentes en la celebración Nacional del 20 de julio.
Efecto contrario.
Opuesto a las pretensiones de estas personas mal intencionadas, es una oportunidad para fortalecer la fe de todos los católicos rodeando y apoyando la iglesia y sus representantes, llamando siempre a la paz. Adicional, es la oportunidad para conocer, valorar y cuidar todas las joyas arquitectónicas que en ningún sitio del mundo se encuentran sino en Santa Fe de Antioquia.
NOTA: Las opiniones expresadas no representan la opinión del periódico El Santafereño, es de total responsabilidad de su autor.