Por: Abogado José Ignacio Llinas Chica.
En nuestro país, donde cada vereda, corregimiento y municipio de nuestra región tiene una fiesta patronal, un carnaval, feria o corraleja, y donde se institucionalizan los jolgorios, las galleras, las verbenas y bazares, el Covid-19 encuentra el caldo de cultivo propio para su reproducción, y el talón de Aquiles de las políticas públicas que pretenden mitigarlo.
No en vano hace unos pocos días una noche de gallera y de parranda en la vereda El Espinal de Santa Fe de Antioquia, se convirtió en un foco de infección, donde varios ciudadanos resultaron positivos para el temible Coronavirus.
El fenómeno es igual, sea en Cartagena, Barranquilla, Bogotá, Cúcuta, Pereira, Valle del Cauca o Santa Fe de Antioquia.
Sin duda la indisciplina social es la norma general; el fin de semana del 16 de junio, la Policía nacional intervino o apagó 1800 fiestas clandestinas; en el fin de semana siguiente, el del 23 de junio fueron 2.280, y las cifras siguieron creciendo, hasta el punto que el fin de semana del 13 de julio, estas fiestas sociales llegaban a la suma de 3.300 en todo el territorio nacional.
El fenómeno no fue ajeno a la Ciudad Madre, un municipio no Covid hasta hace pocas semanas, y que al día de hoy alcanza la cifra de 23 casos de infectados autóctonos y 5 importados, provenientes de municipios vecinos con examen positivo, y un número indeterminado de asintomáticos, que andan por allí sin forma de realizarle un adecuado cerco epidemiológico.
De nada sirvieron las ortodoxas y no convencionales medidas tomadas por el Alcalde Felipe Pardo Serna, a veces personalmente liderando las redadas, porque para luchar contra esa cultura arraigada de fiesta se necesita mucho más que represión, esa es solo una arista de la lucha contra esta pandemia que nos amenaza a todos por igual.
Lo que de verdad se requiere es una alta inversión en educación, no en vano el concepto de disciplina en su definición dada por variados y disimiles autores, se acerca a los conceptos de instrucción, enseñanza, formación y orientación.
La vocación turística de la Ciudad Madre y la falta de controles de las autoridades departamentales, permiten la realización de fiestas clandestinas en fincas y veredas, que en no pocos casos tienen inmersos a miembros de la misma comunidad santafereña, los cuales hacen proclive los contagios a sus coterráneos.
En buena hora recibimos la expedición del decreto 111 de 15 de julio de 2020, que entre otras medidas consagra el toque de queda entre los días 17 y 21 de julio, ley seca, aislamiento preventivo obligatorio, y hasta el 31 de julio multas a quienes asistan a reuniones.
Sin duda que no nos enfrentamos a un juego; la saturación de los servicios de urgencia de la ciudad de Medellín alcanzaron su tope, y hoy las UCI están totalmente llenas, previéndose en un par de días adicionales una tasa de contagios mucho mayor, por lo que los galenos serán en últimas quienes decidan a discrecionalidad, quien vive y quien no, y de requerir alguno de los coterráneos la asistencia respiratoria, la condena más segura que nos esperará será la muerte.