En su quehacer literario, el curtido abogado e historiador santafereño Francisco Luis Guisao Moreno tiene tiempo para dejarse llevar por las musas de la poesía que de cuando en vez le soplan versos y canticos en los que se congracia con la vida. Por su honda y honrada poesía, él es nuestro cuarto invitado a esta sección de Cantiga.

Francisco Luis Guisao Moreno es hoy el historiador más prolijo que hoy tiene Santa Fe de Antioquia, tal y como lo demuestran sus libros y escritos para la revista del Centro de Historia de la Ciudad Madre, de la cual es miembro de número, centro del cual es a la vez el más antiguo de sus miembros.

Abogado y jubilado de la rama judicial hace 15 años, “Kiko”, como lo llaman sus amigos, le roba a veces tiempo a la historia para recrear su espíritu escribiendo poesía en verso, una de las modalidades que más le gusta.

Precisamente este abogado, historiador y poeta es nuestro cuarto invitado a esta sección de Cantiga. Disfrutemos pues de sus letras cargadas de romanticismo y de contenido social.

TANTO TIENES

Por mucho que te mire, no acabo de mirarte;
tanto tienes para ver.
Por más que te acaricie, no acabo de tocarte;
tanto tienes de gustar.
Por mucho que te ciña, no acabo de abrazarte;
tanto puedes excitar.
Por mucho que te bese, no acabo de besarte;
tanto puedes complacer.
Por más que te posea, no acabo de tenerte;
tanto tienes para dar.

LA MOCITA DEL FRENTE

La mocita del frente, la de blancos caminos
que se ahondan y pierden a la altura del sexo,
me condujo una tarde por sus gratas pendientes
y rodé hasta el abismo, confundido en su vértigo.
Me gustó el campo abierto, me gustaron sus valles,
la esbeltez de sus faldas, sus colinas erectas,
el olor de sus bosques, sus profundos deleites,
el dulzor de sus mieles, y el frescor de su tierra.

ME GUSTAN LOS ROSTROS RIENTES

Me gustan los rostros rientes,
animados de gestos expresivos.
Rostros llenos de luz, que resplandecen,
cuando no sanatorios, anodinos
a todo sentimiento intempestivo.

Me gustan los rostros rientes
donde retoza la alegría sana
de una emoción espiritual presente.
Siempre a todos inspírales confianza
y nunca a nadie le prometen nada.

Me gustan los rostros rientes,
suavizados de mística pureza
y con blanda expresión de penitentes.
Me gustan, aunque son en su inocencia
incentivos de amarga sutileza.

Me gustan los rostros rientes
con huellas de farándula y bohemia,
rostros besados con el beso ardiente
de un Cupido borracho, cuyas flechas
no acertaron el blanco que eligiera.

POETA

Yo te he visto infeliz, callado y solo;
pensativo, sentado al escritorio,
con una mueca de feroz tristeza,
anudada a los músculos del rostro.
Te he visto cómo doblas la cabeza
y arrancas al dolor algunos versos
que cobran forma de tu puño y letra;
luego los lees con furor atento
y al ver que es poco lo que al fin expresas
destruyes el papel, en tu despecho.

Yo te he visto llorar llanto sin lágrimas
cuando absorto parece que observaras,
más que a los otros, a tu mundo mismo,
y, desolado y asolado, hallarás
que tu vida en verdad no la has vivido.

He observado que tiemblas cuando miras
a las hembras que llenan tus pupilas
con la forma exquisita de sus cuerpos,
sus bocas de pasión -besos de carne-
y el resalto magnético del sexo.

Cabizbajo, has andado por las calles
pensando en la sonrisa de los niños
frente al tibio cadáver de sus madres;
en los niños con hambre y sin juguetes;
en los hombres sin techo ni bocado;
y en todos los que habitan la miseria,
estando a la miseria resignados.

Sé que siempre, aunque te halles cejijunto,
estás hincado, ante el amor absorto;
sufres dos veces el dolor del otro,
y eres, sin ley, por excelencia justo.