Después de la guerra de principios del siglo 19, uno de los próceres santafereños de nuestra independencia, Don Manuel Dimas del Corral, hizo empresa y patria desde las abonadas y fértiles tierras del Valle del Penderisco, un territorio hermoso con la cual Santa Fe de Antioquia ha tenido una estrecha relación socio económica, cultural y religiosa durante muchas décadas.

Por: Carlos Alberto Pérez Martínez.

Manuel Dimas del Corral Arrubla, hijo mayor del Presidente Dictador Juan del Corral, participó en la contienda independentista estando aún muy joven, casi niño con escasos 15 años, en la batalla de La Ceja Alta del Cancán, en la cual el ejército patriota (al cual él pertenecía) fue derrotado por las tropas del español Francisco Warletta.

Regresa a su patria chica y encuentra a su madre y hermanos menores en una situación económica bastante precaria, por lo que se dedica a cultivar cacao en la finca Contadora en Sopetrán, propiedad de uno de sus tíos Arrubla. Allí empieza a restablecer la economía familiar; es el momento en que en el mes de septiembre de 1819, un mes después de la batalla de Boyacá, llega a Santa Fe de Antioquia José María Córdova, su antiguo condiscípulo en la escuela militar fundada por Don Juan del Corral; allí se reencuentran los viejos compañeros y se conviene un encuentro en enero del 1820 en Rionegro, con el fin de consolidar el Batallón Antioquia, y con éste empezar la recuperación del territorio antioqueño y la parte occidental del río Magdalena (en el sentido de sus aguas), labor que le había encomendado Simón Bolívar a José María Córdova después de Boyacá.

Se hace la campaña libertadora de nuestro territorio, la cual culmina con la Operación en Chorros Blancos, continúandose luego con la liberación total del occidente de la Nueva Granada, la cual culmina exitosamente el 10 de octubre de 1821 con la toma de Cartagena.

A su regreso a Santa Fe de Antioquia, con 20 años cumplidos, sigue sus labores agrícolas y contrae matrimonio con la ilustre dama María de los Santos Martínez, hija del patriarca constructor de la Catedral, Don Juan Esteban Martínez, formando un matrimonio ejemplar, del cual hubo 11 hijos, quienes a su vez formaron hogares respetables con descendencia numerosa, con excepción de Juan de Dios, quien murió soltero en la ciudad de Mompox, tierra de sus antepasados.

Es en estas circunstancias cuando su abuelo y tíos Arrubla, propietarios de muchas tierras en el valle del río Penderisco, le ofrecen la posibilidad de irse a abrir campo para sembrar, cultivar y criar ganado de todas las especies en esa recóndita región de nuestra geografía.

MANUEL DIMAS EN URRAO

A partir de este momento me permito transcribir apartes del escrito: “Estampa de Dos Caballeros” hecho por el urraeño Eduardo Arroyave Vélez: “Fue entonces cuando, seguido de peones por abras y rastrojos, por entre encrucijadas y atajos, se fue hacia el Penderisco, que en su imaginación era como un dorado; allí tomó soberanía de ese valle, construyó su casa y fundó en él su estirpe. Aquel valle escondido entrelazó su alma y, seguido de hombres que obedecían sus órdenes, se le entregó a la selva, cuyos árboles viejos se fueron doblegando ante el golpe sonoro de las hachas, hasta que donde hubo un monte o un bosque, apareció un plantío. Fue de esta manera como “El Espinal”, su principal hacienda, apareció a sus ojos como un vergel cautivo y, tras “El Espinal”, vinieron ”El Volcán”, ”Guapantal”,”San Dimas”,”La Unión”, ”La Aná”, y “La Magdalena”, latifundios inmensos en donde pastan más de veinte mil bovinos, y que hoy se han parcelado. Aquel lindo paisaje que será una reliquia en el turismo criollo, lo rindió a su emoción, y tras la brega para talar sus bosques, él se entregó a su esfuerzo. Antes de Don Manuel Dimas, su abuelo, Don Juan Pablo Pérez de Rublas¸ había ido allá, y con él, Don Sacramento de Hoyos, padre de Don Román, quien nació en una hacienda vecina al Espinal.”

Cuentan que el abuelo le hablaba a Don Manuel Dimas de esa espléndida tierra que había conocido. “Fue cuando aquel hombre se encaminó hacia Urrao para entregar allá la ofrenda de sus luchas, y cuando aparecieron, como en un día del arca, peones y alarifes de todo orden para construir su casa. La mansión solariega que hizo en “El Espinal” fue para Don Manuel como un centro de luchas y, desde ella orientó las múltiples labores con que actuaría allá. Y las tierras serranas, las serrezuelas y alcores, y los valles que hay en el Penderisco, saludaron en él al titán silencioso que las iba a rendir, y que iba a conquistar como ofrenda a la patria. Fue entonces cuando Urrao, como un despertar de su medio telúrico, apareció en Antioquia porque Don Manuel Dimas hizo de él un campo de amplias experiencias”, según lo narra Eduardo Arroyave Vélez.

Valga decir que cada uno de sus hijos tuvo una hacienda en Urrao; estas fueron despareciendo de manos de la familia, unas porque fueron vendidas a otras personas, y las demás fueron parceladas en la famosa Reforma Agraria de los años 60 y 70 del siglo pasado, que solo sirvió, en mi humilde concepto, para que la tierra llegara a otros terratenientes que las han tenido para “engorde” de sus fortunas, y nunca para producir lo que en su época produjeron. Hoy en día queda un poco de tierra en manos de descendientes de Don Manuel Dimas, pero nunca los latifundios que este formó.

Sirva este modesto escrito para hacer un pequeño homenaje a Don Manuel Dimas, y en su nombre a tantos otros ignorados por la historia y la tradición que abrieron brecha para que estas montañas fueran pródigas, cumpliendo así lo escrito por el poeta Yarumaleño Epifanio Mejía: “Los antioqueños llevamos el hierro entre las manos porque en el cuello nos pesa”.