A raíz de la conmemoración de los 40 años del incendio de la gran casona abalconada de los Gobernadores donde hoy está el Hotel Caserón del Parque, EL SANTAFEREÑO trae a la memoria los grandes incendios que han afectado parte del patrimonio de nuestra ciudad que hasta hace unos años no contaba con un cuerpo de voluntarios activo.

El fuego ha sido un visitante permanente en Santa Fe de Antioquia, ciudad que en diciembre cumplirá 479 años de haber sido fundada. A lo largo de su extensa historia no han sido pocas las conflagraciones que han puesto en apuros los bienes y el patrimonio cultural y arquitectónico de los santafereños.

A propósito de los 40 años de haberse presentado el mayor incendio en la plaza principal, cuando el 3 de julio de 1980 las llamas devoraron la llamada Casa de los Gobernadores, EL SANTAFEREÑO trae a la memoria las mayores conflagraciones que ha padecido Santa Fe de Antioquia en toda su existencia.

Y es que su ardiente clima, las escasas lluvias y la estructura de sus construcciones pajizas construidas en el pasado con abundancia de guaduas y cañabravas, fueron presa fácil para el fuego devorador.

Sin embargo cuando las llamas alcanzan construcciones antiguas de gran valor patrimonial como los incendios del templo de Santa Bárbara, o la Casa de los Gobernadores (donde en la segunda mitad del siglo 20 habitó la señora Rosa Leal, hoy sede del Hotel Caserón del Parque), es donde más le duele al alma de la ciudad, pues son bienes de interés cultural que no se reponen tan fácil, dado su carácter colonial y patrimonial.

Tal cual sucedió con el citado incendio del hoy Hotel Caserón del Parque, que iniciando la década de la década de los 80 del siglo pasado, prendió las alarmas para que el Municipio pensara por fin en tener un cuerpo de bomberos voluntarios.

EL MAYOR DE LOS INCENDIOS

Sobre esta pavorosa quema escribía Don Samuel de J. Cano en la Crónica Municipal en Julio de 1980: “Las causas de la tremenda conflagración, hecha visible en la plaza mayor a las 5:30 a.m. del jueves 3 de julio, unos las atribuyen a un corto circuito, mientras otros a la acción de una veladora que algún devoto comerciante prendió en su negocio del piso bajo de una de las dos mansiones destruidas.

Se escuchó también la expresión “Castigo de Dios”, por los habituales bailes sabatinos de El Platanal, como algo semejante a las Ordalias o juicios de Dios, juzgamiento tan en boga en las centurias del medioevo. Sea cualquiera el origen de esta catástrofe, que así puede denominarse lo acaecido, así no haya habido pérdidas humanas, como testigos quedan las ruinas de las históricas residencias que más bellamente enmarcaban nuestra esplendida plaza, como también la crisis sicológica ocasionada en sus propietarios, sin contar la económica.

Al respeto de las casonas, ellas fueron suntuosas residencias ocasionales de mandatarios y prelados. En sus gigantes balcones, estadistas de la talla de Alfonso López Pumarejo se avistaron con el pueblo y, en las tradicionales tardes decembrinas de toros se atestaron de abigarrados espectadores. Una de esas añosas casas, la del centro, sirvió por épocas de teatro, de circo, de tribuna, y en su espacioso patio y cuadrangulares corredores, se ofrecieron bazares y festines populares. Además allí se inició el liceo San Luis Gonzaga.

Como puede apreciarse este incendio, quizás el más pavoroso a lo largo de la historia de Santa Fe de Antioquia, no solamente lastimó profundamente el patrimonio de dos núcleos familiares y los haberes de una decena de modestos comerciantes, sino que fue mucho más allá: destruir los cimientos históricos de este soberbio monumento nacional que es Santa Fe de Antioquia.

TESTIMONIO DE UN EX POLICIA

Sobre los hechos que rodearon este nefasto episodio, el entonces agente de policía, Luis Ernesto Villa Correa, natural de Liborina y quien vive en Santa Fe hace 48 años, le contó a EL SANTAFEREÑO que en esa época le tocó madrugar para atender el incendio con un grupo de agentes que estaban en servicio.

“A las siete de la mañana me llamaron a decirme que la casona de Doña Rosa Leal se estaba quemando; entonces yo me fui a levantar al personal para que ayudáramos a apagar el incendio, ya que en ese momento yo tenía a mi cargo ocho auxiliares de la policía. Recuerdo que de manera espontánea muchos vecinos empezaron a sacar escaleras para subir hacia los techos que eran por donde más se veían las llamas; algunos trataban de subir las mangueras al techo pero como eran tan cortas no alcanzaban; fue entonces cuando a través de una cadena humana subían olladas de agua de manera permanente, agua que a la final sirvió para apaciguar las llamas mientras llegaban los bomberos de Medellín que arribaron ya en las primeras horas de la tarde a sofocar la madera que aún echaba humo. Recuerdo también que para que el fuego no se extendiera más hacia las casas vecinas como la de la familia Acevedo Maya, tuvimos que amarrar esos postes de la luz a la volqueta verde del Municipio, y esperar a que un conductor que le decíamos “Resorte”, los jalara y los tumbara para que no se prendieran más los techos de la vecindad”, evoca el agente Villa, quien alcanzó a trabajar 11 años con la Policía Nacional, en la época en que también laboraron los renombrados agentes Hernando de Jesús Murillo Pino y Rodrigo Sigifredo Gallego Jurado.

CRONOLOGIA DE LOS MAYORES INCENDIOS
El inolvidable historiador Samuel de J. Cano, hizo en 1980 un recuento de cada uno de los incendios que han marcado la historia de la Ciudad Madre.

  • El 21 de agosto de 1656, un rayo ocasionó el incendio del primer templo parroquial, situado en el mismo lugar que ocupa hoy la Catedral Basílica. Era gobernador el andaluz Don Manuel de Benavides y Ayala.
  • El 18 de diciembre de 1736, cuando se celebraba la fiesta de Santa Lucía, se quemó el templo de este nombre, existente en el barrio Santa Lucia desde 1615. Cuéntase que se hallaba de visita el Obispo de Popayán Fray Diego Fermín de Guevara, quien bajo palio y revestido de pontifical, acompañado de su clero y del pueblo, condujo hacia el incendio la Divina Majestad. El fuego cesó justamente cuando la procesión llegaba a la esquina de la casa consistorial, y las llamas ya habían reducido a cenizas cinco manzanas.
  • El 25 de marzo de 1932, un incendio en las horas de la noche destruyó totalmente la casa de Don Pedro María Garro ubicada en el barrio Buga. Se cuenta que Don Luis Martínez, “Canea”, hizo varios disparos al aire para que la gente concurriera a sofocar el incendio.
  • Hacia principios de la década de los años 40 del siglo pasado, otro incendio destruyó la tienda de Don Adám Ramos, situada donde después fue la cafetería Santa Fe.
  • El 13 de agosto de 1956, fue incendiado parte del estadero Cantaclaro, donde por años estuvo la heladería La Clavellina. En ese mismo incendio se vio afectada una parte de la tienda de Don Rafael Palacio.
  • El 1 de enero de 1961, el emblemático restaurante Pielroja, en ese entonces propiedad de Don Pedro Macías, fue semi devorado por el fuego.
  • El 13 de abril de 1970, el templo de Santa Bárbara se incendió en su parte interior, quemándose reliquias tan queridas por la feligresía santafereña como la imagen del señor caído.
  • El 25 de abril de 1984, un incendio de grandes proporciones destruyó las tiendas del Tarqui y la de los Ramos, ubicadas sobre la calle del Comercio.
  • El 3 de julio de 1980 una gran conflagración aducida a un corto circuito quemó dos pisos de la emblemática Casa de los Gobernadores, situada en el lado occidental del parque principal.
  • El 5 de agosto de 2019, al parecer una chispa ocasionada por la herramienta de un empleado que trabajaba en el techo de una casa contigua, ocasionó que se incendiara parte de la vieja e histórica casona de la Quinta de la Amargura, ubicada sobre la calle del mismo nombre, propiedad de los hermanos Tascón Villa.

SE CREA EL PRIMER CUERPO DE LOS BOMBEROS

Tras este devastador incendio que por varios años quedó como una herida en el corazón de la Ciudad Madre, entidades como la Sociedad de Mejoras Públicas, el Club Rotario, y algunos comerciantes liderados por Don Hernán Saldarriaga, sembraron las bases para que nuestro municipio tuviera su primer cuerpo de bomberos, el cual fue organizado por el entonces inspector de trabajo, el señor Héctor Upegui, el popular Don Upo, quien acompañado de un grupo de jóvenes, desplegó las primeras actividades bomberiles desde la antigua sede del Hospital San Juan de Dios, sede que contaba con varios rollos de manguera y herramientas básicas para atender casos de incendio y salvamento. Entre esos bomberos que antaño sembraron la semilla del naciente cuerpo de socorro, se cuentan Don Carlos Présiga, “Bolombolo el Paisa, Carlos Alberto Saldarriaga, Hildebrando Flórez Rojas y quien escribe esta nota.

Por fortuna, hoy Santa Fe de Antioquia cuenta con un cuerpo de bomberos profesionalizado y dotado de una maquinaria de alta tecnología para atender cualquier emergencia que se presente, lo que de cierta manera nos tranquiliza, dado el valioso patrimonio arquitectónico que hay que cuidar y preservar en el centro histórico y sus alrededores.