De pronto usted los ha visto caminado uno detrás del otro, o quizás sentados en un parque chupándose un cono como dos tortolitos. No van cogidos de la mano, pero sus gestos y sus miradas lo dicen todo. Simplemente se aman como cuando el padre Carlos Enrique Vanegas una mañana del 14 de abril de 1960 los casó en la iglesia de la Chinca.
Son ellos Don José Darío Arango Palacio, y Doña Luz Miriam Betancur Acevedo, una pareja santafereña que este año está cumpliendo sus bodas de diamante, es decir 60 abriles de haberse jurado amor eterno en el altar, un juramento de fidelidad que ninguno de los dos ha quebrantado, y que a la postre ha sido el sostén para celebrar esta unión que ya alcanzó las seis décadas.
Así, sentaditos en una banca de la plaza mayor de Bolívar, junto a la fuente de agua, tomando la fresca de la tarde, EL SANTAFEREÑO los entrevistó a manera de ejemplo para muchas parejas que en el mes que viene celebrarán el amor y la amistad.
ASÍ FUE QUE EMPEZARON
Su historia de amor comenzó justo donde se casaron, en el atrio de la Chinca, donde después de la misa dominical muchos jóvenes de la época se reunían a conversar, o a tomarse un café o una gaseosa en los alrededores.
“Recuerdo que en la Chinca se encontraban todas las amistades, y él se hizo amigo de la trabajadora de mi mamá, solo para buscarme el lado, hasta que resultamos de novios; tan rápido nos entendimos, que al poco tiempo nos casamos”, comenta Doña Luz.
Con toda la juventud y la vida por delante, empezaron a procrear su familia, apoyados cada uno en su oficio: él como tendero, al lado de su hermano, el conocido comerciante belmireño Francisco Arango, vilmente asesinado dentro de su establecimiento comercial ubicado en la calle de la Amargura; y ella con su arte de la modistería que hasta el sol de hoy continúa ejerciendo en su máquina de coser Singer.
Fue así como pudieron levantar a sus siete hijos: Luis Fernando, Jorge León, Francisco, Gloria, Iván Darío (Q.E.P.D), Diana y Manuela, una cosecha de vástagos que hoy da sus frutos en su familia y en la sociedad.
EL SECRETO DE LA DURABILIDAD
Pero, como siempre, a esta altura de la vida, así suene desgastada la pregunta, muchos se inquietan en saber cuál es ese secreto para mantener viva y sana una relación de 60 años; él, sin titubear, suelta una frase simple pero que lo dice todo: “el buen comportamiento joven”, frase que complementa ella con estas palabras: “respeto, consideración, tolerancia, fidelidad, diálogo y comprensión”, virtudes que todos sabemos, pero que ellos con su ejemplo han predicado al pie de la letra, a pesar de los momentos difíciles que siempre trae la vida.
A ese secreto de perdurabilidad se le añade el trabajo constante por sobrevivir, ese que siempre los ha mantenido como coequiperos. No en vano Don Darío trabajó hasta los 80 años, primero como tendero y después como ayudante del supermercado Unimerka, propiedad de su sobrino Gustavo Arango.
La que no ha parado de trabajar ha sido ella, que hoy sigue pedaliando en su máquina de coser, algunas veces hasta la media noche, como jocosamente dice. “Yo no trabajo con motor, aunque lo tengo, sino con pedal, a eso le debo que no tenga problemas en las rodillas”.
Asegura que si bien cose a diario porque le aburre estar sin hacer nada, ya no amanece pegada de la máquina como le tocaba hacer antes cuando se le acumulaba la hechura de toda clase de vestidos. Por fortuna dice, ya no tiene necesidad de eso, pues sus hijos están grandes.
PAREJA BENDECIDA
Así que hoy, después de trabajar de sol a sol para levantar la familia, este par de esposos en su edad otoñal solo piensa en seguir queriéndose y en mantenerse saludables. En lo primero no tienen que hacer mucho esfuerzo, y en lo segundo un poco más, tal y como lo vienen cumpliendo en sus constantes caminadas hacia sectores como la recta del Paso Real, donde van y vienen cada 15 días por la ciclo ruta, más ahora cuando a los adultos mayores por el tema de la pandemia, se les ha permitido salir un poco más.
Así viven su amor incondicional este par de paisanos que son objeto de respeto y admiración por parte de la sociedad santafereña, pues son escasas las parejas que alcanzan a festejar sus bodas de diamante trasegando juntos el camino de la vida, unas porque se han separado, y otras porque alguno de los dos ha fallecido.
Por ello, sin expresarlo, ellos se sienten bendecidos por la Providencia, pues ella a sus 80 años que cumplirá el próximo 22 de octubre, y él a sus 89 que celebrará el 19 de diciembre, se sienten agradecidos con el destino, por su amor, por sus siete hijos, por sus 11 nietos, por su trabajo, por su casa propia, por su salud, y por tantas cosas bellas que les ha deparado su larga pero fructífera existencia.
Sirva pues esta crónica para hacerle un homenaje anticipado a estos queridos esposos en el marco del mes del amor y la amistad que comenzará en el venidero septiembre, una celebración que tiene en Don Darío y Doña Luz, la mejor encarnación y el máximo paradigma de lo que deben ser estos dos valores, tan perdidos hoy en nuestra deshumanizada sociedad.