Coherentes con el lema de nuestro periódico de ir “Por la ruta de la mejor esquina de América”, EL OCCIDENTAL estuvo en Necoclí en los días donde cerca de 10 mil migrantes quedaron varados a finales de julio por falta de un mayor transporte fluvial que los llevara hasta Capurgarná, la puerta de entrada al agreste Tapón del Darién, donde cientos de migrantes haitianos y cubamos buscan atravesarlo en su ruta por alcanzar el “sueño americano”, un sueño que para muchos se convierte en una pesadilla.

Por: Juan Carlos Sepúlveda S.
Enviado especial a Necoclí.

Oui…Oui…Oui…es un extraño vocablo que hoy se suele escuchar y repetir de manera permanente en cada rincón de las calles de la paisa y caribeña población de Necoclí.

Lo extraño es que la pronuncian a diario personas afrodescendientes que bien pudieran confundirse con los nativos, cuya raza tiene el 50% de genes africanos.

Solo que cuando comienzan su perorata callejera con el Oui (que significa Si en francés) y otras jeringonzas que nadie entiende, se empieza a distinguir entre el necocliseño raizal y el haitiano que está de paso en estas tierras que circundan el famoso Golfo de Urabá.

Si, y es que por estos días este municipio de 70 mil habitantes le suma 10 mil más a su hábitat por culpa de la ola de migrantes que llega a sus contornos, pues Necoclí se convierte en el primer eslabón para pasar de Surámerica a Centroamérica en busca del tan anhelado y sufrido sueño americano.

Así se evidencia en el paisaje que a diario se vive en las calles de esta costera población, en donde un ejército de haitianos, cubanos, venezolanos, africanos y hasta asiáticos (en lo que se llamado “migración extracontinental”) caminan de un lado a otro esperanzados en un cupo en una lancha, un yate o un katamarán que cruce el golfo y los ponga en Capurganá, (al otro lado de la selva chocoana) donde comienza la intrépida aventura de atravesar el temible tapón del Darién, llamada por muchos la antesala del infierno.

Ya la historia de estos “desterrados” es bien conocida, pues en sus países de origen no han contado con las oportunidades para elevar su calidad de vida, la cual arriesgan en su periplo, incluso hasta encontrar la muerte. Por eso no es raro ver llegar a Necoclí a muchos de ellos con su morral en la espalda y con niños de brazos después de recorrer miles de kilómetros, en especial los haitianos que bajan desde la isla la Española (que comparten con República Dominicana), hasta las costas de las Guayanas, cruzando luego Venezuela y después Colombia por Cúcuta y Montería hasta llegar a Necoclí; o los más pudientes que salen vía aérea hasta Chile donde trabajan un tiempo y luego con sus ahorros deciden subir vía terrestre por toda Suramérica hasta la costa Atlántica colombiana, donde se interrumpe la carretera panamericana, teniendo que continuar a pie por la manigua del Darién hasta alcanzar tierra panameña.

ECONOMIA DESBORDADA

Y es que sin lugar a equívocos, este es el trecho de la ruta panamericana más complejo y traumático de todo el trayecto panamericano, por lo que Necoclí se convierte en esa tensionante estación donde se presenta toda la esperanza y a veces la desesperanza por llegar a puerto seguro.

Cabe decir que la gran mayoría de los migrantes que llegan a Necoclí llegan con sus documentos en regla y con los recursos medidos para la larga travesía. Por lo regular se quedan varios días mientras se surte el proceso de embarque hacia Capurganá que es la verdadera puerta hacia el tapón. Mientras ello ocurre los más pudientes pagan hoteles en el pueblo, y lo que no arriendan casas en grupo para que les salga más favorable, incluso algunos llegan a fincas cercanas al casco urbano. Es tanta la demanda que no han faltado los propietarios que han incumplido contratos de arrendamientos con los inquilinos porque tiene una renta mayor con los migrantes que pagan suelen pagar en dólares.

“A buena hora llegaron más migrantes, pues ellos son los que hoy están moviendo la economía después de un año duro de pandemia”, comenta Omar Chaverra, un mototaxista necocliseño que se viene desquitando día a día con los viajes cortos que les hace dentro del pueblo.

Lo mismo piensa el hotelero y el restaurantero que han visto aumentado sus ganancias en un ciento por ciento, pues la demanda de hospedaje y alimentación es constante. “Nosotros los tratamos como cualquier turista que viene a visitarnos; pagan lo que es, lo justo, y en ningún momento andan pidiéndole limosna a nadie”, asegura la dueña de un hotel que pidió omitir su nombre. Tan no le piden limosna a nadie que el único cajero de Bancolombia que hay en el pueblo se mantiene día y noche lleno de migrantes reclamando los giros que les mandan familiares y amigos en el exterior que apoyan su recorrido, por lo que los nativos tienen que ir a los Pac que hay en diferentes sectores.

Tanta demanda de productos y servicios ha causado la llegada masiva de los migrantes, que el alcalde Jorge Augusto Tobón declaró a finales de julio la calamidad pública al argumentar que la medida se tomó porque se había desbordado la capacidad hotelera, había crisis en el suministro de agua a la población y la generación de basuras había aumentado a 17 toneladas”.

EL TEMIDO TAPÓN

No obstante con el pasar de los días y las visitas que hizo recientemente el Defensor del Pueblo y la reunión virtual que el pasado 11 de agosto sostuvo la Cancillería de Colombia con diferentes representantes de los países involucrados en la ola migratoria, se le ha dado salida a esta ola migratoria, habilitando de manera legal más medios de transporte fluvial para descongestionar a Necoclí donde día a día continúan llegando más migrantes.

“El tema ya lo cogió Migración Colombia y la Armada Nacional; en estos momentos ya han evacuado a muchos con sus familias que han salido del muelle para cruzar el golfo y llegar después de hora y media de viaje a Capurganá que es donde ellos inician su travesía por el Darién”, informó la señora Beatriz Gaviria, dueña de un restaurante en Necoclí.

Desde allí, el migrante tomará un segundo aire para enfrentarse a la prueba más fatigosa de su travesía, pues aparte de la espesura de la selva, tendrá que lidiar con las inclemencias del clima y todo tipo de animales salvajes, incluidos algunos “humanoides” que sin piedad los atracan y violan a sus mujeres, un drama humanitario que refleja aquello de que: “el hombre es un lobo para el hombre”, (en latín, homo homini lupus) frase utilizada por el filósofo inglés del siglo XVIII Thomas Hobbes en su obra, un lobo especialmente cuando sin ningún tipo de escrúpulos se aprovecha de la manera más miserable de la necesidad de la gente que sufre y que antes de acariciar el sueño de una vida mejor, sufre la peor de las pesadillas humanas.