En la víspera de los 100 años de su nacimiento a cumplirse el próximo 23 de abril, el gran escritor jericoano de obras como la Casa de las Dos Palmas, Aire de tango y la Tierra éramos nosotros, expone su mirada literaria sobre Santa Fe de Antioquia, la cual quedó consignada en un prólogo que le hiciera al libro: “Inventario del patrimonio cultural de Antioquia” de Gustavo Vives Mejía. Aquí apartes del mismo.

“Hace muchos años, con una novia que hoy es abuela, me di a recorrer a Santa Fe de Antioquia. Soplaba una brisa como encargada por un buen refrescador, y ese día me fabricó varios recuerdos para consumo personal, gratos y cómodos en la memoria".

Recuerdo unas manos cálidas, por el clima y el poco de amor que los días nos iban repartiendo; recuerdo unos portones altos y amplios como las miradas generosas, unas ventanas con barrotes torneados, unos rostros asomados a los balcones, unas manijas zoomórficas para llamar a sus dueños.

Y llamábamos a fin de conocer el interior de una ciudad entrañable, y nos abrían, y recorríamos aquellos zaguanes y aquellos interiores con un guía atento, orgulloso de pertenecer a esta Cuna de la raza y de vivir en ella. Todo era grato, rociado por el amor a una persona y a unas cosas, que nos hacían retroceder varios siglos en busca de nuestros pasos primeros.

A cualquiera de esas llamadas respondió una señora de rostro sereno, y nos hizo entrar, y allí consumimos mucha conversación y jugo de papaya, agua de coco y agua común de un antiguo filtro de piedra. Todavía existían los pájaros y la hospitalidad. Así conocí a doña Mercedes Gómez Martínez, cuyas crónicas leía en Medellín. Así conocí a don Miguel Martínez, un historiador a quien deberíamos rescatar de la oscuridad.

Y seguíamos andando calles y plazoletas al lado de nuestra propia historia, con el aroma de mangos y tamarindos, a la orilla de Cauca hondo y corredor. La vida también, entonces, era un buen camino a seguir, si en algún tiempo o en algún lugar ha sido un camino bueno.

Santa Fe de Antioquia es una de nuestras más importantes identificaciones. Situarse en sus plazas, recorrer sus vías, mirar sus tejados, tocar las viejas maderas, apreciar la iconografía de sus iglesias y capillas, y un cierto aire conventual que trasciende, aspiración al cielo como a un lugar fresco y sombreado… Y sus patios.

Hay que recuperar el sentido del viejo patio con árboles y flores para el descanso de las embarazadas, para el recuerdo y el refugio de los ancianos, para el regodeo de los niños, para la frescura de los forasteros, con pájaros y mariposas y olores de plantas condimenteras.

Calles empedradas, mangos y tamarindos, portones de vieja estirpe, balcones, ventanales, un grato olor a fruta madura, a caña fermentada, a crepúsculo en fuga. Y en las noches una pequeña brisa que alegra los ojos para mirar, en el escepticismo del siglo veinte, viejos fantasmas que recorren la piedra y el aire y andan a paso quedo sobre el suelo de la Catedral, y en algunos caserones el choque de antiguas espadas con brillo cortante, vuelo de capas españolas en la penumbra, sonar de monedas de oro, un canto perdido en la calidez del ambiente

Galope de caballos, perros que inauguraron la hora de los primeros aullidos, lanzas y sables en una lucha desigual, cuando llegaron los centauros – animales y jinete uno solo- y aquellos hombres que echaban candela matadora por sus manos extrañas, y comían anonas, y conversaban con unas hojas blancas en la hora de la meditación. Frailes que rezan su pena larga, enamoradas que gimen en las penumbras altas, caballeros cerca de los ventanales

Por eso hoy más que nunca necesitamos de una seña de identidad, recuperar otros valores, lo rescatable de un pasado (precolombino a veces, colonial), donde reposan rostros perdidos, una razón de ser, de servir y conservar aquello que conforma otro derredor.

Buscar una reconciliación, una identificación, una desesperada cédula de ciudadanía, aquello sin lo cual seguiremos siendo el extranjero en la tierra, en esta, la nuestra, con sus taras y sus virtudes, con sus razones de ser y de permanecer”.