La capital de la República busca consolidar hoy una novedosa y fresca ofertada turística apalancada en sus valores artísticos y culturales que cambien paulatinamente esos imaginarios caóticos que han opacado la magia de esta metrópoli histórica que ya anda por sus 484 años.

Dicen que Bogotá es la ciudad de todos y de nadie por ser la capital política y administrativa de Colombia, un destino de paso lleno de oportunidades para los negocios donde hay poco tiempo para contemplar la vida desde otra perspectiva más lenta, si se quiere más sensitiva y emotiva como se puede intuir en otras regiones del país.

No es gratuito entonces la fotografía que presentaba el joven Gabriel García Márquez recién llegado a la gran urbe, cuando antes del famoso Bogotazo del 9 de abril de 1948 percibía una ciudad gris y brumosa, donde las calles eran pobladas de tranvías que rechinaban con cachacos de sombrero y gabardina negra colgados de sus barandas.

Eran los años de esa Bogotá fría, lúgubre y enconchada en su poder centralista, en la que sin embargo sobresalían los aires vanguardistas en su avasalladora vida cultural, especialmente en el gran movimiento literario que la llevó a ser catalogada en su momento como la “Atenas Suramericana”, según una definición del erudito español Marcelino Menéndez Pelayo, cuando en su libro “Antología de la poesía latinoamericana” de 1892 anotó que esta ciudad estaba destinada a ser la “Atenas de la América del sur” por la arraigada cultura literaria de sus pobladores, con nombres tan sobresalientes como José Asunción Silva, León de Greiff, Aurelio Arturo, Eduardo Carranza, Álvaro Mutis, Luis Vidales, Arturo Camacho, Fernando Charry Lara y Guillermo Valencia, entre otros.

LA BOGOTÁ DE HOY

Por fortuna esa herencia hoy no está del todo perdida, pues es la vida cultural y artística (más que la del poder político que ha ostentando desde siempre por ser la capital de la República), lo que hace encantadora a Bogotá, una urbe histórica que hoy se proyecta a nivel turístico ante el mundo, más allá del imaginario colectivo que por años la catalogó como una ciudad sin alma, caótica, sucia e incolora.

Y es que quien en la actualidad visite la capital colombiana con sus 484 años de historia, se encontrará con una verdadera caja de pandora que de plano cambiará la mentalidad de cualquier colombiano, y más si se trata de los paisas, quienes por una insulsa rivalidad histórica llena de un hueco regionalismo, le han hecho el feo a todo lo que huela y suene a “rolo”.

Craso error, pues no han tenido la fortuna de vivir la magia que encierra Bogotá más allá de estar 2.600 metros más cerca de las estrellas, o de ir a Monserrate a tomar tamal con chocolate.

Precisamente al término del vigésimo sexto Congreso de las Agencias de Viajes y Turismo de Colombia, Anato, realizado en el Centro de Convenciones Agorá-Bogotá entre el 25 y el 26 de agosto, el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, el Fondo Nacional de Turismo -Fontur- y el mismo Anato, invitaron a un grupo de periodistas nacionales a un viaje de familiarización por algunos atractivos conocidos y no tan conocidos de la capital, con el fin de promover estos destinos y así cambiar un poco los prejuicios que se tiene sobre ella.

SECRETOS MEJOR GUARDADOS

Antes de iniciar el periplo en la mente de los comunicadores sociales estaba visitar los imperdibles destinos como el cerro de Monserrate y el Museo del Oro, los cuales lógicamente hicieron parte del recorrido, solo que nadie intuía otros secretos guardados que tiene este suelo, que a decir verdad son poco conocidos a nivel nacional e internacional, los cuales en la actualidad son promocionados por el Instituto Distrital de Turismo de Bogotá, un organismo que quiere posicionar a la capital como destino de turismo, de inversión, eventos y negocios, resaltando sus fortalezas y valores únicos, propósitos que además tienen como fin generar apropiación y sentido de pertenencia de la ciudad en los ciudadanos y empresarios, reflejar orgullo, impacto y reconocimiento entre los visitantes a la ciudad.

Y es que en esencia, eso es lo que se ha mostrado ante los ojos de los periodistas nacionales, quienes por estos días han llenado sus plataformas informativas para que sus audiencias se antojen de esa otra Bogotá desconocida para muchos.

UN MUSEO EN El CORAZÓN DE LA CANDELARIA

El recorrido llamado Fam Trip Anato Bogotá en su primer día no podía iniciar en un lugar distinto que en el corazón histórico de la gran metrópoli, como lo es la Candelaria, el barrio fundacional que es un museo viviente y bien conservado a pesar del paso del tiempo.

Allí se mostró el Museo Arqueológico Casa del Marqués de San Jorge, un tesoro enmarcado dentro de una residencia colonial de finales del siglo XVII, museo que guarda valiosas piezas en cerámica de 14 zonas arqueológicas de todo el país. Tras recorrer sus diferentes salas se puede realizar un taller cerámico con arcilla dirigido por el artista plástico Teodoro Duque. Cabe anotar que el Museo está ubicado en la Cra 6 #7-43, al lado de la Casa de Nariño. La entrada cuesta $4.000 para los adultos y 3.500 para estudiantes.

PEDALEANDO POR TEUSAQUILLO

Sin duda otra de las grandes sorpresas fue recorrer uno de los barrios más tradicionales y residenciales del centro como lo es Teusaquillo, que en el pasado anidó el poder político y económico capitalino. Allí lo anduvimos en sus cuatro puntos cardinales en bicicleta, a través de dos empresas de jóvenes emprendedores como Colombia Bike Touring y Mil Estaciones, quienes son expertos en guianza turística sobre ruedas.

Con cascos de protección, chalecos y unas bicicletas todo terreno, salimos del parque Guernika en la diagonal 46 a disfrutar por una demarcada ciclovía, de los encantos de este histórico sector, cuyas mansiones hacen gala de una muy bien conservada arquitectura europea; allí entre otras se conserva una casa pintada de azul que fue locación principal donde se grabó la célebre novela de Betty La Fea. Igualmente está la llamada Calle de la Alameda o del “Poder”, donde hace más de 50 años fueron vecino expresidentes como Gustavo Rojas Pinilla, Mariana Ospina Pérez y Laureano Gómez.

CENA EN KAIRA

Con las primeras penumbras de la noche que mejor que preparar el estómago para una deliciosa cena en Casa Quira, uno de los restaurantes más cotizados ubicado en la Calle 79B # 7 – 85, o Calle de los Anticuarios. Este restaurante de alta cocina de origen colombiano, donde siempre existe algo que se transforma para dar vida a experiencias sensoriales únicas, tiene como su máximo anfitrión al reconocido chef Carlos Gaviria, autor de libros como Técnicas profesionales de cocina colombiana y Arepas Colombianas.

Alí se puede comer desde un delicioso tamal santafereño, hasta unas ricas empanadas de pipián del departamento del Cauca.


RUMBA Y COCINA EN CUMBIA HOUSE

Tras una extensa jornada académica en el Congreso de Anato, la tarde invita a rematar en un exótico “rumbeadero” ubicado en el barrio El Chicó, más conocido como Cumbia House, antes Gaira, propiedad del famoso cantante vallenato Carlos Vives.

En su interior y en sus paredes cuelgan fotos, pinturas y esculturas que le hacen honor a la música tropical colombiana, donde aparecen sus más grandes exponentes. Pero lo mejor del sitio es que mientras se degusta de sus deliciosas viandas, se puede escuchar música en vivo en un escenario teatral empotrado en una de sus esquinas.

QUEMANDO MECHA EN LA EMBAJADA DEL TEJO

Otra de las noches mágicas bogotanas fue en la llamada Embajada del Tejo, donde se le rinde culto a este deporte nacional muy arraigado en la cultura del altiplano Cundi-boyancense.

Localizado en la carrera 24 #76-20, esta Embajada sazona el juego de las mechas y la embocinada, con las consabidas polas y la picadería; de hecho es famosa su lechona marinada en cerveza artesanal, así como también sus picadas y platos vegetarianos y veganos; sin duda un sitio ideal para compartir entre amigos.

Como se recuerda, el tejo es una actividad ancestral que practicaban los indígenas Muiscas hace más de 500 años.

AVITURISMO EN MONSERRATE

Contrario a lo que todo el mundo piensa, al emblemático cerro de Monserrate no solo se sube a pie o en teleférico a rezarle al Señor Caído, a divisar el panorama citadino, o a comer con la novia tamal con chocolate.

Desde hace unos años, la administración del cerro implementó un novedoso programa de avistamiento de aves, ubicado en la cima sobre los 3100 msnm, en lo que se conoce como el Sendero del Paramuno, el cual cuenta con jardines y parches de bosque alto andino, en donde se puede avistar 25 especies de colibríes y más de 100 especies de otras aves de los cerros orientales de Bogotá como Zenaida auriculata, colibrí cyanatus, Colibrí corunscans, Lesbia victoriae, Lesbia nuna y Metallura tyrianthina.

LA CANDELARIA, SIEMPRE MÁGICA

Tras bajar del cerro, el plan perfecto es ligarlo con la localidad más antigua de la capital como lo es La Candelaria, donde no solo es un cúmulo de casas vetustas con olor a historia, sino un hervidero de buenos restaurantes, bares, librerías y teatros donde la cultura bulle por todas partes. Precisamente uno de esos buenos comederos es el restaurante El Aquelarre situado en una antigua casa donde se dice que una bruja llamada doña Edilia vivía y hacía de las suyas. El acogedor lugar está ubicado en el corazón de la Candelaria, más exactamente en la Calle 11 No 2 – 80, y es ideal para pasarlas entre amigos, disfrutando en las noches de su rica coctelería.

Muy cerca de allí, subiendo unas cuadras se encuentra el famoso Chorro de Quevedo y la Calle del Embudo en la que nació Bogotá un 6 de agosto de 1538 a manos del Conquistar español Gonzalo Jiménez de Quesada.
Por su estrecha calle empedrada el arte y la cultura emergen por todas partes con pequeños cafés, librerías, galerías de arte y almacenes de artesanías, donde nadie se resiste a llevarse algún detalle como recuerdo de Bogotá.

UN TINTO POR SAN ALBERTO

En esta correría urbana no podía faltar la entrada a un buen café, y es así que andando por la icónica calle séptima, debajo del edificio de Avianca, entramos al Café San Alberto donde nos dieron cátedra de cómo se cultiva, se prepara y se toma un café ciento por ciento colombiano, originario de la Hacienda La Alsacia en Buenavista, Quindío.

En este lugar que es como un templo a la cultura cafetera, su anfitrión, Juan Pablo Villota Leyva, delantal en pecho y de manera didáctica, nos deleitó con cada una de las catas para al final graduarnos con diploma y todo como buenos tomadores del grano.

TANTO ORO EN LOS OJOS

La última estación de este periplo no podía ser otro que uno de los máximos orgullos de los colombianos a nivel internacional como lo es el Museo del Oro del Banco de la República, localizado en el parque Santander, contiguo al edificio de Avianca, una ventana cultural que preserva valiosas colecciones arqueológicas de nuestros antepasados. Como siempre el visitante queda maravillado con piezas precolombinas como el famoso Poporo Quimbaya, primera pieza que adquirió el Museo, y la archi conocida Balsa Muisca.

COLORIN COLORADO

Al final de este circuito turístico queda la sensación de que Bogotá no es solo una ciudad impersonal y de paso llena de oportunidades para viajar y hacer negocios, o reunirse en convenciones como el Congreso de Anato, sino que es una tierra que no deja de sorprendernos con sus saberes y quehaceres ilimitados, los cuales invitan a recorrerla lentamente de sur a norte y de oriente a occidente hurgando su agitada vida cultural, que a lo sumo es lo que la hace más cercana al cielo y a las estrellas con sus 2.600 metros de altura andina.