A propósito de los 480 años de la fundación de la ciudad de Antioquia que recién se celebró el pasado 4 de diciembre, publicamos este artículo escrito por Juan David Montoya Guzmán, y publicado en la Red Cultural del Banco de la República.
En 1541, el capitán Jorge Robledo y su tropa, proveniente de la ciudad de Cartago, exploraron el cañón del río Cauca y las cordilleras que lo rodean. La expedición culminó con el arribo a la provincia de Ebéjico, donde Robledo pobló el 21 de noviembre de ese mismo año la ciudad de Antioquia (en honor a Antioquía en la antigua Siria). El acta de la fundación de la nueva urbe solo se redactó el 4 de diciembre, hecho que ha llevado a varios historiadores a confundir la fecha de la fundación, pues suele pensarse que el acto y el acta son la misma cosa. Es posible que el sitio escogido por Robledo para establecer dicha población fuera un pequeño valle surcado por el río La Herradura, en el actual municipio de Abriaquí.
Al año siguiente, la incipiente urbe fue trasladada por Isidro de Tapia a la provincia de Nore, ubicada en el valle de Frontino. Por otra parte, en 1546, Robledo fundó la villa de Santafé a orillas del río Tonusco, población con la que buscaba asegurar la explotación de los ricos yacimientos auríferos del cerro de Buriticá. Sin embargo, el gobernador de Popayán, Sebastián de Belalcázar, asesinó a Robledo ese mismo año, lo que provocó el despoblamiento de los dos centros urbanos.
A finales de octubre de 1546, Belalcázar nombró a Gaspar de Rodas como su teniente de gobernador y le ordenó reedificar la ciudad de Antioquia. Al finalizar ese mismo año, la ciudad ya se encontraba repoblada. En 1550, Rodas también reconstruyó la villa de Santafé. A pesar de los esfuerzos colonizadores de Rodas, la ciudad de Antioquia fue incendiada por los indios, en 1555. Sin embargo, dos años después, el capitán Gómez Hernández la restableció.
Los años siguientes en Antioquia fueron turbulentos. La ciudad fue incendiada, abandonada, trasladada y repoblada en tres ocasiones más. Los sitios elegidos fueron: Nogobá, en 1567, la Loma de la Borrachera, en 1570, y la Loma de la Fragua, en 1571. Cuatro años después, sus pocos habitantes abandonaron definitivamente la ciudad, después de que fuera atacada por los indios. Los vecinos de la desaparecida Antioquia se refugiaron en la villa de Santafé. La fusión de ambas poblaciones dio origen a la ciudad de Santafé de Antioquia, que se convertiría en capital de la gobernación de Antioquia, en 1584.
LA CONSOLIDACIÓN DE LA CIUDAD
Cuando el fraile Jerónimo de Escobar visitó Santafé de Antioquia en 1582, la describió como una ciudad con poco “orden y justicia” y habitada por dieciocho vecinos, que daban refugio a “mil hombres forajidos”. Los españoles explotaban con unos seiscientos esclavos negros los metales preciosos en el cerro de Buriticá y en el río Cauca, mientras vivían en zozobra por los constantes ataques de los indios que habitaban en las fronteras del Chocó.
A pesar de la riqueza metalífera de la región y de la importancia que adquirió como centro administrativo colonial, Santafé de Antioquia era una población pobre y pequeña, si se la compara con otras urbes del Nuevo Reino de Granada, como Cartagena, Popayán o Santafé.
Desde que se inició el siglo XVII, la ciudad parecía languidecer. Los indios, que antes eran numerosos, se habían reducido de manera dramática. Las minas de Buriticá dieron muestras de agotamiento, lo que llevó a las autoridades coloniales a organizar expediciones militares contra los indios chocoes y así tener acceso a las zonas ricas en yacimientos auríferos, donde se pensaba que estaba ubicado el “Dabaybe”, la versión chocoana de El Dorado.
Varias razones explican la decadencia de la ciudad de Antioquia. En primer lugar, la guerra hispano-indígena mantuvo en estado se zozobra a sus habitantes, lo que creó la imagen de un núcleo urbano nada atractivo para la inversión económica. En segundo lugar, la crisis minera en Buriticá indujo al éxodo de los mineros y sus cuadrillas de esclavos africanos hacia otras zonas, como los valles de Aburrá, Rionegro y Los Osos. Cientos de colonos emigraron desde la ciudad, lo que no solamente llevó a la ampliación de la frontera minera, sino también al surgimiento de sitios importantes como Aná (futura Medellín) y Rionegro. Por último, el cierre de los caminos (terrestre y fluvial) que comunicaban la ciudad con el golfo de Urabá provocó el aumento del costo de las mercancías importadas desde el Caribe.
Los desarraigados esclavos negros, los toscos conquistadores y los empobrecidos indios dieron a Santafé de Antioquia vida propia. En las casas de la ciudad había viviendas que albergaban a concubinas indias y africanas, apasionadas mestizas y españolas despreciadas. Toda una babel doméstica en la que no solo se amaba, sino que también se trabajaba y se jugaba. Mercaderes, españoles pobres y mestizos se entregaban a esas diversiones prohibidas. Por ejemplo, el jesuita Vicente Imperial, quien visitó Antioquia hacia finales de la década de 1610, la describió como una ciudad donde reinaba la “disolución y la torpeza” y sostenía que era conocida como la “casa pública de este Reino”.
SOMBRAS Y LUCES EN LA CIUDAD
En el siglo XVIII, Santafé de Antioquia era una ciudad de mezclas. Una iglesia en el centro de la plaza, cuatro capillas más en los extremos (Santa Lucía, Chiquinquirá, Santa Bárbara y Jesús Nazareno) y un arrabal ubicado en las barrancas del río Tonusco componían los principales espacios de la urbe. Varias capas de ciudades se sobreponían: una indígena, una ibérica, una africana y otra mestiza se traslapaban. Todos los días, las cuatro ciudades se cruzaban por las calles y plazas polvorientas. Pese a los esfuerzos de las autoridades coloniales, la “plebe” seguía marcando el ritmo de vida de la urbe.
Sin embargo, el nuevo siglo trajo varios cambios a la ciudad. Las intenciones de los borbones pretendieron reformar los espacios urbanos y controlar a la población. Los gobernadores se empecinaron en cambiar el constante “relajamiento de las costumbres” de los antioqueños. Los amancebados, los jugadores, los ociosos, las prostitutas y los niños expósitos fueron objeto de persecución por parte de los funcionarios. Para desterrar los viejos hábitos, los administradores coloniales ordenaron que se restringieran los excesos de las fiestas, se abrieran calles y fuentes públicas de agua, se construyeran acequias, cárceles, hospitales, cementerios, escuelas de primeras letras y casas de recogidas para las mujeres “libertinas”.
La vida republicana afectó fuertemente a la ciudad. En 1826, la capital de la provincia se trasladó de Antioquia a Medellín. Casi que, en compensación, Antioquia fue escogida como la sede de un nuevo obispado. La ciudad siguió siendo cabecera del cantón del mismo nombre. Y cuando el coronel Agustín Codazzi arribó a ella, a mediados del siglo XIX, anotó en su Geografía física y política de la confederación Granadina que era una pequeña población que contaba con casi veinticinco mil habitantes, dedicados a la agricultura y, en menor medida, a la minería.
En 1885, el médico Manuel Uribe Ángel afirmó en su Geografía general y compendio histórico del Estado de Antioquia que las razones de su decadencia habían sido la pérdida de la capitalidad, la plaga de la “mancha”, que había afectado los cultivos de cacao –principal motor de la economía– y la fragmentación de su jurisdicción civil y eclesiástica, pues esto había llevado a que diferentes poblaciones y curatos del otrora territorio se independizaran.
Los casi quinientos años de vida no han sido tan “gloriosos” para Santafé de Antioquia. Los diferentes proyectos para comunicar la ciudad con el mar Caribe, explotar sus recursos minerales y servir como puente para la colonización del Chocó y Urabá se han visto constantemente interrumpidos. A pesar de ello, la ciudad cumplió un papel fundamental en la consolidación de la región, al ser el principal punto de partida para el poblamiento de otras zonas de Antioquia.
La agricultura sigue siendo un ramo importante de la economía de la localidad. En las últimas décadas, la ciudad se destaca por su intensa actividad turística y por el desarrollo de actividades culturales, como el festival de cine.