Hoy 26 de junio cumple su centenario el recordado músico Horacio Antonio Cruz Muñoz, quien fuera un icono de la música tropical en la segunda mitad del siglo XX en Santa Fe de Antioquia, y un polifacético personaje que hizo historia en la sociedad santafereña de entonces. Para celebrar el siglo de su nacimiento compartimos esta evocadora crónica escrita por nuestro paisano Antonio Urrego.
Por: Antonio Urrego.
Su nombre era Horacio Antonio Cruz Muñoz, de un rictus, bigote o bozo y estatura, semejantes al cantante de rancheras y estrella del cine mexicano, Antonio Aguilar. Fue un hombre extrovertido y jovial, y un gran personaje de la Ciudad Madre desde la década del 50 hasta comienzos de los 80 de siglo pasado.
Nació en Santa Fe de Antioquia el día domingo 26 de junio de 1921 en el Barrio La Barranca, calle 8 (la que cruza todo el barrio) con carrera 8 (bajada del Comando de la Policía), esquina donde hoy funciona una pequeña tienda de abarrotes. Allí vivió hasta el año 1939, pues sus padres deciden mudarse para la esquina de La Pola en el Barrio Buga. Era hijo de Abel Antonio Cruz Alcaraz y María de Jesús “Lula” Muñoz.
Contrajo matrimonio un martes 5 de noviembre de 1946 con Bertha Inés Pérez Ramírez, de gran elegancia y de una educación avanzada, que con Octavio Legarda presentaban obras de teatro. De esta unión nacieron Orlando, Horacio, Deyanira, Álvaro, Luz Marina, Jorge Alberto (Mono Cruz), Olga Lucía y María Elena. También fue padre de Leonel Barón y Gesler Hernández (ya fallecidos), Uriel Hernández y Gloria Rodríguez (fallecida en Venezuela).
LA MÚSICA: SU GRAN PASIÓN
Horacio fue un todero de la vida: fue músico (experto en ejecutar el clarinete), sastre, conductor (condujo la volqueta del municipio y “koleros” de Gaseosas Lux); además fue comerciante de frutas y torero.
No obstante es de resaltar que su gran pasión fue el arte musical. Aprendió a ejecutar el clarinete con el maestro Juancho Vargas, que también le enseñó a Eugenio “Ñeño” Aguinaga a tocar la trompeta. Este aprendizaje lo hacían en la casa del Maestro, que quedaba en lo que en ese tiempo se llamaba Sabanita, hoy la variante con el callejón de la Patada de La Mula (Carrera 11). Jaime Rivera, que era vecino, cuenta que escuchaba el sonido de las notas musicales, y que con el correr del tiempo lo veía, a Horacio, de parranda en las cantinas con Jesús Serna ya interpretando pasillos.
Formó parte, en los años 40 y 50 del siglo pasado, de la Banda Santa Cecilia del maestro Blas Herrón, la cual tenía como cajero (ejecutor de redoblante) a Rafael Quiroz “Catalino”. Pero lo que más motivó su pasión por la música, fueron los aires musicales que en las décadas del 50 y 60 llegaron de la costa Atlántica al interior del país, conocidos como “música costeña” o tropical (vallenatos con guitarra, cuyo máximo exponente era Bobea); además fue un virtuoso interprete de porros, gaitas, merecumbes y cumbias que fueron popularizados por artistas como Lucho Bermúdez, Clímaco Sarmiento, Rufo Garrido, Pedro Laza y Pacho Galán.
EL CONJUNTO TROPICAL QUE HIZO HISTORIA
Todo este auge musical es aprovechado por Horacio para fundar la que sería la orquesta de más prestigio en todo el Occidente antioqueño, la cual bautizó como Conjunto Tropical. En principio lo acompañaron Eugenio “Ñeño” Aguinaga (trompeta), Joaquín “Congo” Campillo (batería) y Rigoberto Larada (maraquero). Horacio era el director y ejecutaba el clarinete. Poco más adelante, cuando fue posicionándose, fue necesario reforzarla y hacerle algunos cambios como fueron: Ramón Aguinaga y Horacio “Tite” Cruz (hijo), en las trompetas; (Ñeño emigra a Medellín donde fue famoso); Jaime Rivera como maraquero y cantante; después Jaime se retira y entra el negro Arcadio Quintero (luego éste se radica en Cali, donde falleció); Humberto Benítez como baterista, y Antonio “Toño” Garro en el contrabajo. Fue tanta la acogida que era la orquesta preferida para amenizar los bailes de gala (sábado de gloria, coronación de reinados, fin de año y año nuevo) en Hotel Mariscal Robledo, donde concurrían las élites de la sociedad santafereña, como los Martínez, Villa, Del Corral, Gómez, Herrón, Robledo, Velillas, entre otras.
En el vecino municipio de Sopetrán era famoso el exclusivo Club Las Palmeras; en esta municipalidad al igual que en Frontino, sus mujeres eran reconocidas como las más bonitas de la región. Cuando a este Club llegaba el Conjunto Tropical a amenizar las festividades, eran tanto los asistentes que mucha parte del público se quedaba afuera, pero éstos no desaprovechaban la ocasión para armar la parranda en la calle, dado de que el sonido de la orquesta era tan nítido como si estuviera afuera.
En el año 1963 cervecería Pilsen instaló una caseta frente al local Canta Claro (hoy Panadería Santa Isabel) para animar la Fiesta de Los Diablitos, y ésta era la orquesta encargada de animarlas. Para esta época Iván Serna Mendoza hacía sus pinitos como cantante y ejecutante del contrabajo, mientras que Humberto Carvajal, el famoso “Pulla”, reemplazaba a Jaime Rivera cantando y tocando las maracas; muchos recuerdan que en esa ocasión el Conjunto Tropical acompañó en estas festividades a Noel Petro, quien tenía los éxitos o discos del año pegados (El disparate musical, más conocido como La Gallina “Jabá” y Azucena).
Luego el Conjunto Tropical hace algunos cambios, en cuanto al cantante, maraquero y el baterista, entrando en su orden: Horacio Lastra Cañola y Gerardo Villa Zapata.
Como lo habíamos dicho, esta orquesta fue la número en el Occidente, pues las distintas festividades que se celebraban en Dabeiba, Frontino, San Jerónimo, fuera de Antioquia y Sopetrán, era la que las amenizaba.
Horacio, después de poner fin o desintegrar su orquesta, Tite, su hijo, conforma el conjunto Los Tites Boys, por allá en el año 1964, donde Horacio entra a formar parte. Sus últimos años de vida musical fueron al lado de Jaime Rivera, quien dirigía el grupo musical Rivera y su Combo, famoso en el Occidente también.
En esta etapa de su existencia compartía la música con la prestación del servicio de taxi-colectivo de su propiedad entre Santa Fe de Antioquia y Medellín. Es en esta labor, y por un acto de intolerancia de una persona que conducía un camión, como fue segada su existencia a sus 63 años, un viernes 3 de agosto de 1984, cerca al alto Boquerón viniendo de Medellín.
Como colofón de esta crónica biográfica, es de gran recordación cuando desde los balcones de la plaza (hoy parque principal), la banda que animaba las corridas de toros interpretaba el pasodoble Pepita Greus, que tiene un solo de clarinete, que Horacio interpretaba magistralmente. Muchos recuerdan que una vez terminaba su ejecución, don Horacio recibía la ovación de todos los asistentes, especialmente de las bellas damas que asistían con elegantes atuendos a las famosas corralejas de las Fiestas de los Diablitos.