La publicación reúne una serie de cerca 60 columnas de opinión consignadas en el periódico EL SANTAFEREÑO en los ochos años que el actual mandatario local fungió como columnista de base de este medio de comunicación. En sus páginas se cuentan historias memorables que reflejan mucho de la identidad y cultura popular de la Ciudad Madre.

“Con tinta de El Tonusco”, letras de Felipe Pardo Serna, es el nuevo libro que aparece por estos días en el escenario bibliográfico y cultural de Santa Fe de Antioquia.

La publicación de 142 páginas fue compilada y editada por el periodista y escritor Juan Carlos Sepúlveda S, quien se dio a la tarea de seleccionar las mejores crónicas y artículos de opinión que el actual mandatario local escribió en el periódico EL SANTAFEREÑO a lo largo de 8 años (entre el 2009 y el 2016).

El lanzamiento de esta obra editorial, la sexta del Fondo de Escritores Merceditas Gómez Martínez, será el próximo viernes santo 2 de abril en el auditorio del Hotel Mariscal Robledo, quien solo permitirá un aforo de 30 invitados especiales.

A continuación reseñamos el prólogo y la presentación de este libro que resalta una serie de hechos y personajes que hacen parte del alma cívica y cultural de la Perla de Robledo.

LA DEL TONUSCO CONTADA A PULSO

El título que le da vida a este libro está inspirado en la onírica ciudad del Tonusco, como llamara a Santa Fe de Antioquia el desaparecido pintor Plinio Brand Ibarra.

Y es que “Con tinta del Tonusco”, metafóricamente hablando, fue que su autor, el actual alcalde de Santa Fe de Antioquia, Andrés Felipe Pardo Serna, escribió durante ocho años una de las más bellas y entrañables páginas de periodismo de opinión en el periódico EL SANTAFEREÑO, más exactamente entre los años 2009 y 2016. Se rotula así este libro porque esta emblemática ciudad robledana, hija del caudaloso río que nace en el Alto del Oso del corregimiento de Tonusco Arriba, es la cantera de todas las amenas historias que se compendian en sus páginas.

Como lo presenta el propio Pardo Serna, apoyado en la frase del conocido escritor ruso León Tolstoi, ´Describe tu aldea y serás universal`, “esta recopilación de columnas no es otra cosa que una mirada al territorio, un perfilamiento de nuestra amada Ciudad Madre, donde muchos de sus hijos hemos tomado tinta de nuestro río fundacional El Tonusco, para expresar su eternidad”.

Y si bien a lo largo de este tiempo el joven arquitecto escribió más de un centenar de columnas, para la publicación de este libro se hizo una minuciosa curaduría, donde se sopesaron los artículos que a nuestro juicio tienen más un hondo significado cultural que nos identifica como santafereños, dejando de lado algunas notas coyunturales que fueron noticia en su momento.

Temas como la piedra volcánica es la piel y el alma de la Ciudad Madre; créalo, aquí hubo una fábrica de gaseosas llamada Nepenta; las arepas de callana se asan con todo el sabor de nuestra tierra; entre Santa Bárbara y el museo pasaba una calle; el tejar y la ladrillera que se identificó con una tenaza; la salamandras de las noches santafereñas; la casa natal que inspiró al poeta Jorge Robledo Ortiz, y la segunda torre para la Catedral Basílica con la que muchos sueñan, son entre otras historias, las que hacen que de por sí, esta publicación justifique su salida a la luz pública, pues son historias antológicas y memorables, escasamente contadas, que de paso auscultan el alma de esos pequeños pasajes de nuestro devenir cotidiano, que a fuerza de volverse costumbre y paisaje, pasan inadvertidos para el común de nuestros paisanos.

Sin duda que este novel ensayista consigna y destila en estas páginas, toda la tinta amorosa que le inspira el haber nacido “en esta paradisiaca isla que forman el Tonusco y el Cauca”, como él mismo lo llama, ríos que le dan fertilidad y frescura a los contornos de esta cálida tierra, asiento de la legendaria villa minera de Santa Fe, que antecedió a la ciudad de Antioquia, próxima a cumplir 480 años.

Por lo demás hay que decir que si algún rasgo característico distingue las letras que escribió el actual burgomaestre en el periódico EL SANTAFEREÑO en los años ya mencionados, es que fueron redactadas con todo el vigor y el sabor santafereño (valga la redundancia), sabor que como lo describe en una de sus tantas columnas, es probar una arepa de callana con la mejor mezcla de naranja agria; es degustar una guanábana acabada de caer en un patio arcaico; es mandarse un “candelazo” y sentir el maíz que germina en las montañas de El Tunal. Sabor santafereño también es recostarse en un taburete sobre una vieja tapia a tertuliar en las tardes, o hablar con ese sonsonete cantadito del Olé o el Alá… (herencia española y árabe), y tener palabras propias como "picotero" para referirse a un paisano que todo se lo quiere saber”.

En resumen, ese es el más rico sabor santafereño que nos identifica como tal, y que en muchas de estas páginas (ordenadas cronológicamente de acuerdo a su publicación),
aparecen con minuciosa descripción, con el solo propósito de cautivarnos y antojarnos de todo ese inmenso patrimonio tangible e intangible que nos da el lujo de estar en el club de los 18 que integran la Red de Pueblos Patrimonio de Colombia.

Dispongámonos pues a abrir esta caja de pandora, que actores de la cultura como Andrés Felipe Pardo Serna nos recrea en estas bellas páginas llenas de fuerza y belleza para el disfrute de las presentes y venideras generaciones, páginas que honran la memoria de quienes han construido la historia de los doblemente antioqueños.

Un río de letras

Pocas poblaciones en Colombia se dan el lujo de ser custodiadas en sus costados por dos ríos como el Cauca y el Tonusco, cuyas corrientes bañan los contornos de la ciudad de Antioquia, semejándola a una isla en medio de las altas montañas que la circundan.

De ese tamaño es nada menos lo que representa para los santafereños su río madre, ese que nace en lo alto del corregimiento de Tonusco Arriba, de donde deriva su nombre.
El emblemático afluente es considerado el ser vivo más influyente de esta tierra santa, un patrimonio natural tangible tan grande como la Catedral Basílica y el puente de Occidente, iconos identitarios de la llamada Cuna de la Raza.

De sus piedras y playas se ha extraído el material que ha edificado casas, iglesias, calles y plazas, y de sus aguas se han servido pescadores, lavanderas y veraneantes que aún buscan solaz en su refrescante lecho, verdadero antídoto para la resaca que deja cada año por enero la Fiesta de los Diablitos.

En fin, que el Tonusco es nuestro mar que nos refresca en el verano y nos arrulla en el invierno con su avasallante rugido, así dos siglos atrás haya colmado la paciencia del Obispo Mariano Garnica y Orjuela, quien debido al clima cálido y al ruido que producía la creciente del río (que no lo dejaba dormir), pasaba más tiempo en Rionegro que en la ciudad de Robledo, sede de la Diócesis, lo que le generó el desafecto y la antipatía de los santafereños.

Por ello el Tonusco y Santa Fe de Antioquia son sinónimos envueltos en una misma alma que embelesa la memoria, nombres que nos evocan y transportan hacia la villa de las palmeras, el tamarindo y la clavellina, árboles que abonan sus playas pedregosas doradas por el sol.

No es gratuito pensar entonces, que muchas de las letras de este libro lleven el sello de esa cantera que es la tonusqueña Ciudad Madre, donde hijos como Andrés Felipe Pardo Serna han bebido de su fuente, y sobre todo de su tinta inagotable.