Cerca de 35 años vivió en la urbe capitalina Julio Vives Guerra, el gran poeta santafereño nacido en la llamada Casa Negra de la Ciudad Madre. A propósito, EL SANTAFEREÑO estuvo recorriendo en la capital de la República una de las zonas donde el vate vivió y trabajó hasta el último de sus días, teniendo siempre a Santa Fe de Antioquia en la memoria nostálgica, tierra donde nunca más volvió, pues con el paso de los años ya nadie lo esperaba, como lo escribió en el famoso poema: “A que volver prima Ana María”.
Acunado por los cerros orientales de Bogotá con Monserrate como testigo y cuadra y media de la emblemática Plaza de Bolívar por toda la carrera 5 entre las calles 12 y 13 conocidas como Quesada y la Calle del nacimiento o del Consuelo, vivió y trabajó en sus últimos años uno de los poetas mayores de Santa Fe de Antioquia, de Antioquia y Colombia: Don José Velásquez García, más conocido con el seudónimo de Julio Vives Guerra.
El polifacético periodista y poeta fue uno de los principales escritores que descolló en la fría capital en la primera mitad del siglo XX, pues era una de las plumas más respetadas y apetecidas en los periódicos y revistas a nivel nacional.
Como se recuerda nuestro vate nació en la llamada Casa Negra de Santa Fe de Antioquia en 1873, pero muy joven (a los 21 años) se fue a buscar mejor suerte a Medellín donde llegó en 1895. Allí fundó, dirigió y redactó, con otros jóvenes aventureros, El Dúo (1895), La Bohemia Alegre (1896), El Cirirí y El Aviso (1898), Pierrot (1906), El Medellín, y El Bateo.
Luego de residir 20 años en Medellín, se traslada a Bogotá donde vivió hasta su muerte el 2 de octubre de 1950. Como se recuerda, en la capital escribió en el periódico El Tiempo y una columna de correcciones de lenguaje en El Espectador. Además fue jefe de redacción de las revistas Cromos y El Gráfico, y colaboró con las revistas de humor de la época como Bogotá Cómico en el año de 1917. Cuentan que era uno de los más leídos cronistas por la amenidad de su prosa abundante en leyendas regionales, anécdotas históricas, domésticas y románticas, lo mismo que se destacaba por sus poesías de corte folclórico.
En una entrevista con el periodista Jaime Buitrago titulada “Estampa de Julio Vives Guerra”, se le preguntó que desde qué año vivía en Bogotá, a lo que Vives respondió que desde 1915. “Yo empecé a escribir una serie de crónicas tituladas ‘Volanderas`. Estos escritos me abrieron de par en par las puertas de los periódicos y las revistas de todas las latitudes. Con Bogotá vivo muy agradecido porque me dio una aureola con la cual no había soñado jamás”, había dicho en esa oportunidad.
SU ESTANCIA EN LA CAPITAL
Según el escritor Adel López Gómez, en una semblanza titulada “El viejo hidalgo”, en 1921 don Julio Vives Guerra residía en Bogotá al lado de su familia. “Vivía en una casita escondida en el barrio La Alameda. Luis Tejada y yo fuimos una noche a verle. Estaba enfermo. Recuerdo que su esposa, una señora muy suave, ya entrada en años, nos indujo en su cuarto. Era un cuarto pequeñito, sin otros muebles que la cama, un viejo sillón y una mesa adecuada de libros en el más caótico desorden. El suelo estaba cubierto de periódicos desplegados. Por momentos la casa se llenaba del humo de la gran pipa alemana de don Julio, cuyo olor embalsamaba el ambiente”.
Fue tal su pobreza, que alguna vez escribió un verso que describía con dolor su situación económica, pese a ser un connotado escritor. “Nací (me da hasta tristeza) en el año setenta y tres, y he pasado tal pobreza, que hago la firme promesa de no nacer otra vez”.
En Bogotá el poeta contrajo segundas nupcias con Doña Celmira Ramírez de origen ibaguereño, matrimonio realizado el 26 de diciembre de 1935. Anteriormente se había unido a la señora Adelina Tamayo, con quien tuvo dos hijos: Gilberto y Leticia.
Otra de las moradas donde Vives Guerra se estableció con su familia, fue en la calle 17 como lo narra en una semblanza un escritor de la época conocido como Fray-Lejon. En un aparte de un articulo titulado Vives-Guerra, se dice: “…Y una buena mañana ese colegial fue enviado a recoger la colaboración del señor Vives Guerra, a su casa de la calle 17, amplia casa llena de sol y de geranios, en donde halló la viril y mistralesca estampa de don Julio, toda engalanada pero toda sonriente”.
No obstante la última y definitiva residencia de Don Julio Vives Guerra fue la carrera 5, Nº 12-32, como ya lo anotábamos anteriormente, dirección a la que Vives pidió que le hicieran llegar en la década de los años 40 del siglo pasado, un ejemplar del libro: “Extranjeros en Antioquia” de Enrique Echavarría, una publicación editada por la Tipografía Bedout de Medellín, en junio de 1943, edición que en esa época costaba $0,50 centavos.
Hoy de esa vivienda no queda ni la sombra, pues allí se yergue un inmueble de tres pisos conocido como Edificio La Candelaria, de uso mixto, la cual se ubica a todo el frente de un parqueadero.
De seguro en esa época el vate santafereño debió inspirarse desde su casa viendo quizás las viejas techumbres del histórico barrio bogotano, donde el frio, el rancio ambiente colonial y el constante olor a chocolate santafereño de La Candelaria, embriagaban la imaginación de don Julio, un cuadro urbano que quizás le recordaba en algo a su amada y lejana Ciudad Madre.
Se puede afirmar sin lugar a equívocos, que en esa casa vivió hasta el último de sus días, como lo atestigua un aviso funerario del periódico El Tiempo en el que invitaba a las exequias con el siguiente mensaje: “El señor José Velásquez García (Julio Vives Guerra) ha muerto. El Tiempo invita a las exequias, que tendrán lugar hoy, a las 11:00 a.m., en la iglesia de San Diego. Casa: carrera 5 Nº 12-32”.
Se reseña en este mismo periódico, que a su entierro asistieron personalidades de la talla del entonces expresidente Eduardo Santos, y de los dirigentes políticos Darío Echandía y Roberto Liévano.
SUS PAISANOS QUISIERON CORONARLO
Como lo narra el historiador Samuel de J. Cano en su libro “Escritores autores de la Ciudad Madre”, nueve años antes de morir, sus paisanos de Santa Fe de Antioquia, a través del Concejo Municipal, quisieron ceñir su frente con la corona de laurel para consagrarlo como su gran poeta con motivo de los 400 años de la fundación de la ciudad de Antioquia, a lo que Vives Guerra declinó de manera muy delicada y diplomática, validando aquel sublime y nostálgico poema: “A qué volver prima Ana María”, cuando su pariente mas cercano lo invitaba a regresar, así fuera de vacaciones a su solar nativo.
Según Don Samuel Cano, su respuesta se consignó en una carta que fue el fiel testimonio de su gratitud, y que quizás protocolizó la definitiva despedida. Este fue su contenido:
“Les aviso recibo, muy queridos amigos míos, de su amable carta del último dos, a la cual tengo el honor de referirme con mucho gusto.
He tomado cuidadosa nota del contenido de esta carta, y quedo enterado de que el honorable Concejo de Santa Fe de Antioquia, ha dispuesto aplazar la celebración del IV Centenario de nuestra ciudad venerada y venerable. Quedo al tanto de que, a causa de ese aplazamiento, ustedes se han visto en la necesidad de liquidar las invitaciones que para la mencionada celebración habían hecho, entre las cuales figuraba la mía y la de mi esposa.
De todos modos y a través de todo, queda el honor que los hijos de mi ciudad -representada por ustedes- me hicieron, al querer ceñir mi rugosa frente con la corona de laurel, y consiguientemente, queda en mi alma la inmensa gratitud hacia todos ustedes, que no vieron en mi la falta de méritos intelectuales, sino mi amor a la noble ciudad en donde, en compañía de uno de ustedes y de muchos otros, corrieron los años de mi infancia y de mi juventud.
Una vez más mis fraternales amigos, Dios les pague el honor no que quisieron hacerme, sino que en verdad me hicieron, pues la materialización de ese honor en una corona, es cosa secundaria; el fracaso temporal de la celebración del centenario, me ha servido para apreciar lo mucho que mis paisanos me quieren; ese orgullo no puede nadie arrebatármelo del alma, y las notas que ustedes me han dirigido, bien pudiera yo ostentarlas colgadas en el pecho como rancias veneras y joyantes condecoraciones.
Mi esposa se une a mi para manifestarles su profunda gratitud; yo envío para todos y cada uno de ustedes un fraternal abrazo, y por conducto de ustedes, un cariñoso saludo para todos y cada uno de los habitantes de Santa Fe de Antioquia, “La Madre Centenaria que me dio la vida”.
José Velásquez García, Bogotá, 7 de noviembre de 1941. Señores Don Andrés Londoño del Corral; Dr. Fernando Gómez Martínez y Dr. Agustín Acevedo C. Antioquia.
Como se deja entrever en sus palabras, pese a que pasó más de la mitad de su vida fuera de su terruño, pues de sus 77 años pasó 55 entre Medellín y Bogotá, (20 en la primera y 35 en la segunda), nunca dejó de escribir y de pensar en su suelo nativo que a la postre moldeó su inspiración, hasta tal punto que muchas de las historias que narró salieron de estas tierras del valle del Tonusco.
Ahora que el próximo 2 de octubre celebraremos los 70 años de su muerte en Bogotá, sería conveniente que algún monumento recordará y honrara de forma justa y perenne su memoria en nuestro patio solariego, pues en la actualidad solo se le recuerda por la morada donde nació y se levantó: la famosa Casa Negra que hoy lleva el nombre de Casa de la Cultura Julio Vives Guerra.
De seguro que un busto suyo encuadraría perfectamente en el parque de Santa Barbara, espacio donde tantas veces el bardo le cantó y magnificó en sus poemas a la abuela de las iglesias de la provincia antioqueña.
¡Loor…! pues a la vida y obra de este insigne periodista santafereño, que pese a su pobreza material, supo ganarse con la chispa de su variopinto intelecto, un puesto de mucho honor en el parnaso de las letras colombianas.