En estas ´pocas de constantes cambios, EL SANTAFEREÑO se dio a la tarea de recoger los oficios que se han extinguido en Santa Fe de Antioquia y en buena parte de Colombia y el mundo. Muchos sucumbieron ante la avasalladora modernidad y otros ante la falta de clientes.
Vemos algunos de ellos:
Las alfareras de El Espinal y Obregón
Eran mujeres humildes que moldeaban el barro de sus veredas para moldear toda clase de piezas en barro cocido, entre ellas ollas, olletas, callanas y tinajas que eran vendidas en el mercado público de la plaza principal. Exponentes de este arte fueron la señora Petrona Montes y Pastora Arenas.
Las lavanderas del Tonusco y el Gualí
Eran mujeres que lavaban ropa por encargo en el río Tonusco y en el brazo del Gualí. Muchas de ellas utilizaban jabón de tierra para lavar las mudas de ropa que les daban a lavar las grandes familias, las cuales eran aplanchadas después con planchas de carbón.
Los citadores de teléfono
Hasta la década de los 60 en Santa Fe de Antioquia no había telefonía en los hogares. Las comunicaciones se hacían a través de una central telefónica ubicada en la esquina de la Alcaldía, donde una operadora recibía las llamadas. Que fulano de Medellín necesita a un perano que vive en Buga, pues para eso estaba los citadores de teléfono que iban a toda carrera en su bicicleta a buscar al cliente para que bajara rápido a atender la llamada. Uno de los citadores más recordados fue Don Ricardo Acevedo.
Los tejedores de sombreros
En la primera mitad del siglo pasado hubo un empresario llamado Andrés Londoño del Corral que promovió la fabricación del famoso sombrero de iraca o sombrero panameño que llamaban. En muchas de las casas del Llano de Bolivar habían aplanchadores que le daban forma al tradicional sombrero.
Las torcedoras de las hojas de tabaco
Eran señoras expertas en doblar las hojas que la daban forma al famoso tabaco de Santa Fe de Antioquia que era sembrado en las vegas del Tonusco, Goyás, en Tonusco Arriba y Obregón. Exponentes de esa bella tradición fueron la señora Eliodora Lezcano y Salomé la Cojita.
Los techadores de iraca
Fueron expertos obreros que techaban las casas de tapia con iraca de las familias humildes del pueblo, una planta que se daba silvestre en los solares de las casas. Igual estos techadores eran expertos en coger las goteras en la época de invierno.
El Policía Escolar
Eran una especie de vigilantes de los estudiantes dentro de los planteles educativos. Cuando no asistían a las clases, el Policía iba a la casa del alumno a hablar con los padres para ver cuál era la causa del ausentismo. Además estaban muy pendientes de controlar cualquier contravención en la convivencia que provocara el estudiantado.
Muchos de ellos hacían parte de la nómina del Municipio. Uno de los policiales más célebres fue el popular sacristán Eugenio Martínez, a quien apodaban “Caquica”.
Los Sogueros
Estos ciudadanos eran los encargados de enlazar con sogas cuanto animal había suelto por las calles sin dueño alguno. Los sogueros vivían tirándole el lazo a cuanta vaca, caballo, cerdo o perro andaba suelto o perdidos por parques y callejones. Todos eran llevados al “coso” municipal ubicado en un corral en el sector de La Barranca. Para reclamarlos, sus dueños tenían que pagar una multa”.
Los cargueros de arena
Hasta hace poco se vieron andar por las calles estos arrieros de bueyes que llevaban en sus alforjas de cuero arena para la construcción traída de las riberas del Tonusco. Fieles exponentes de esta noble tradición fueron don Libardo Madrid, “Cagarda”, Pedro Hernández, Pedro Manga, Rubén Sánchez y Herminio Vélez.
Los carretilleros
Por muchos años estos transportadores informales llevaron los mercados y trasteos de una casa a otra, y de un negocio a otro. Eran unos planchones grandes de madera que eran movilizados por una pequeña rueda envuelta en caucho de llanta de carro. Funcionaron hasta hace poco, pues fueron reemplazados por las moto cargas.
Los arrieros de la leche
Hasta hace unos 20 años, la leche que venía de las fincas era transportada en canecas que montaban a lado y lado de los mansos bueyes. Era leche cruda ordeñada por la mañana que muchas señoras vendían en los zaguanes de las casas, caso de Doña Angela Urrego y Doña Ana Francisca Lopera.
Los fontaneros del agua rastrera
Eran los encargados de hacerles mantenimiento a la acequia real de donde se cogía el agua rastrera que como su nombre lo indica, corría rauda por las cañuelas de las calles coloniales de Santa Fe de Antioquia.
Los barrenderos de los parques
Antiguamente la Alcaldía destinaba un obrero o un escobita para cada parque del municipio, y así cuando el de la Chinca acaba primero, iba a ayudarle al que estaba en Santa Bárbara. Si hoy se volviera a esa sana costumbre de apadrinar estos espacios verdes para el descanso y la recreación, tendríamos nuestras salas de recibo en un mejor estado.
Los desyerbadores de calles, parques y solares
Anteriormente las calles de la Ciudad Madre no eran pavimentadas o empedradas. Todas eran en tierra y tachonadas con una incipiente piedra pequeña donde crecía con frecuencia la yerba y la maleza. Era entonces cuando la autoridad contrataba periódicamente los desyerbadores que pasaban horas y horas en cuclillas arrancando con cuchillos y con las manos cuanta yerba se encontraban en el camino.
Los blanqueadores con cal
Pese a que ya han ido desapareciendo del paisaje santafereño, estos pintores de brocha gorda aún son buscados para pintar los frentes de las grandes casonas coloniales, sobre todo cuando se acercan temporadas de mucha visita y turismo como Semana Santa y diciembre. Un gran exponente de este oficio fue el gran Gerardo Villa, que cuando no estaba tocando su trombón en la banda Santa Fe, se le veía con la escalera, un tarro y un isopo, pintando las casas de las familias pudientes de la Calle de la Amargura y de la Calle del Medio.
Los emboladores callejeros
Con la aparición de betunes con secado instantáneo y zapatos que no necesitan de embetunarse, los llamados embellecedores del calzado fueron perdiendo cada día clientelas. Uno de los emboladores más recordados del parque principal fue el popular Juan Bautista Amariles más conocido como “Guanabano”.
Los pescadores de atarraya
Ya son pocos los hombres que salen a pescar con su atarraya a las mansas pero traicioneras aguas del río Cauca, el segundo más grande de la patria después del Cauca. La época dorada en que los pescadores llenaban sus atarrayas con bagres, doradas o bocachicos es cosa del pasado. Grandes pescadores en esos tiempos de bonanza y buena subienda fueron Tobías Tamayo y Honorio Marín, entre otros.
Los leñadores o leñateros:
Hasta hace unas décadas, cuando las casas no contaban con energía propia, en muchas cocinas se cocinaba con leña o fogón de petróleo. Por eso era común ver como en las tardes muchas personas de escasos recursos se iban para el monte a cortar palos secos que cargaban en su cabeza hasta sus hogares.
Las comadronas o parteras
Cuando el Hospital San Juan de Dios no disponían de suficientes médicos y enfermeras hasta bien entrado el siglo XX, las parteras o comadronas hacían su trabajo a domicilio en los hogares humildes y encopetados de Santa Fe de Antioquia. De hecho, muchos santafereños que hoy sobrepasan los 60 años nacieron de la mano de parteras como Juana Benitez, habitante del barrio Buga.
Las reposteras caseras
En el pasado, cuando no había suficientes panaderías ni reposterías en el centro ni en los barrios de la ciudad, algunas señoras como la famosa señorita Laurentina o “Tina” Acevedo, hacían unas deliciosas tortas envinadas cubiertas con crema blanca. Por eso bautizo, primera comunión o matrimonio que se respetara contrataba los servicios de esta gran dama que vivía en una inmensa casona en el parque de la Chinca.
Las vendedoras de natilla
Hasta hace unos 50 años atrás era muy popular que las señoras llevaran en la cabeza grandes bandejas o bateas donde cabían varios platos de natilla recién hecha. En ese tiempo fue popular una señora morena, alta y muy fortachona que le decían “El Aguilón”.
Los tiradores de pólvora
Ante la prohibición de la Arquidiócesis de Santa Fe de Antioquia, de tirar toda clase de pólvora durante las procesiones religiosas, este oficio que antes manejaban hombres como el popular Gorgonio, poco a poco se ha ido extinguiendo.