Cuatro historias de pajareros que tienen un motivo esencial; la creación de estrategias de conservación y observación de las aves en el Occidente antioqueño.

Por: Sergio Restrepo Alzate, especial para El Occidental.

“Pajarear” es una fascinación que en algunas personas despiertan las aves, quizás como consecuencia del eterno sueño de los humanos por volar y dominar los cielos; es observar aves con libertad, en su hábitat natural, sin necesidad de enjaularlas.

En esta ocasión narraremos cuatro historias de unos emprendedores del turismo de naturaleza, los cuales los une la pasión por las aves, ya sea como expertos o como simples observadores, buscando su verdadera vocación y no ven una vida alejada de las aves y sus entornos naturales. Estos pajareros, o birders, son un tipo de personas que abogan por la conservación, a través de una actividad de bajo impacto en las zonas naturales que visitan.

Despiertos desde tempranas horas de la madrugada, equipados con un par de binoculares, una cámara fotográfica, el teléfono celular, una guía impresa de aves, y acompañados por la excitación de poder ver a una especie de ave en particular, es el contexto en los cuales gravita la historia de estos protagonistas.

Lina Gamarra, Ingeniera forestal y experta en observación de aves con su grupo de avistadores de aves del SENA, se encuentra en medio en los abundantes bosques de montaña en el Alto de Insor, entre los municipios de Cañasgordas, Giraldo y Abriaquí; el sol apenas se descubre por entre las hojas, y en medio de la niebla y la humedad descubren una bandada de aves que apenas dejan ver su oscuro plumaje y poco llamativo, aunque con algo rojo en el vientre; murmuran, y oh sorpresa, es un grupo de Caciques Candela (Hypopyrrhus pyrohypogaster), una especie de ave endémica de Colombia que se encuentra amenazada y en peligro de extinción en la categoría vulnerable (VU). Según el libro rojo de aves de Colombia, hay 72 especies de pájaros que están en alguna categoría de amenaza, entre las que se cuentan 2 en peligro crítico o probablemente extintas; 9, en peligro crítico; 30, en peligro, y 31, vulnerable.

PAJAREROS POR VOCACIÓN

Albeiro Cartagena es un pajarero aficionado y es quien lidera un proyecto desde el Sena Sennova, con el que pretenden impactar positivamente en varios municipios en la subregión del Occidente antioqueño; en sus inicios como birders, creyó que era paseo de olla; salió con un grupo de observadores de aves y durante el recorrido habló, cantó y se echó uno que otro chistecito, y por ende no logró conectarse ni disfrutar en lo absoluto de la pajareada, cuando la regla de ética es poder encontrarse con el silencio del bosque y dejar contagiarse de la magia de la naturaleza. Su esposa le recomendó comprarse una cámara fotográfica y unos prismáticos que podrían ser una buena estrategia para ver si avistando y fotografiando se lograba el propósito; muy pronto ya conectado al colorido de la aves, sus cantos y sus entornos, ha aprendido que una simple interjección para llamar la atención es más que un ruido y se ha convertido en el Hipócrates de los pajareros.

Néstor Alejandro Tascón Arias, ingeniero agropecuario y campesino del corregimiento de Guayabal en Sopetrán, viene adaptando en su finca familiar un alojamiento rural que lleva por nombre “Posada el Doncel”, negocio innovador que integra la producción de alimentos y la conservación de ecosistemas con el avistamiento de aves, llegando a observarse hasta 134 especies, en especial, la escurridiza Águila Iguanera (Spizaetus Tyrannus), pues ha sido posible apreciar hasta cuatro individuos volando sobre la vivienda de la Posada, y en ciertas ocasiones, en pleno acto de reproducción, convirtiendo el firmamento del lugar en todo un espectáculo natural. En el seguimiento a esta especie, en cierta ocasión, acompañada de una lluviosa mañana, se logró captar un hermoso ejemplar juvenil que le ha regalado los segundos más emocionantes en el tema de avistamiento de aves, y se ha convertido en un referente del lugar.

Carolina Cardona, de la finca el Porvenir en Cañasgordas, donde se produce el exquisito “Café Canelo”, además del turismo rural, siempre ha estado fascinada con la narrativa de su padre, quien cuenta que por las noches llegando la navidad trina un pájaro que al escucharle se le entiende “pio judío” “pio judío”, y esta era la voz de advertencia dada a la santísima virgen María por donde estaban los judíos que había mandado el rey Herodes para ejecutar a los niños nacidos en Belén y menores de dos años; esos pájaros lograron que María se escondiera en los rastrojos y salvar al niño Jesús. Carolina con guía de aves en mano, descubrió al Pío-judío (Saltator striatipectus) y ya se suma al mundo del turismo de naturaleza, haciendo sus propios listados de aves en el lugar, y para asombro es que esta ave nunca habitaba en el histórico Belén de Judea, si no que reside desde Costa Rica hasta el Norte de Perú.

Contrario a lo que pareciera, ser un observador de aves es un trabajo agotador; a diferencia de un viajero tradicional, el interés de los pajareros no es observar atardeceres o paisajes impresionantes. Su motivación pasa por conocer los ecosistemas en los que las aves se mueven, las condiciones en las que viven y se desarrollan, monitorear a las diferentes especies para recolectar datos, procesarlos y compartirlos a la comunidad científica.

Al final del día, escuchar a una parvada de aves emprender el vuelo hacia sus lugares de descanso, revisar el listado de las especies observadas, y saber que todo el esfuerzo por aprender y estudiar su comportamiento se traducirá en data para la creación de estrategias de conservación, es algo que los pajareros no cambiarían por nada, dado que es una pasión en su máxima expresión