Esta es una de esas pocas historias que se dan en la vida. Un hombre viudo que ya sobrepasa el siglo, se volvió a enamorar de una paisana suya en Sopetrán, 33 años menor que él. Una historia de amor llena de soledad y admiración mutua que ha tenido un final feliz, tanto que ya se dieron el Si…en el altar..

Si existe alguien que hoy encarne la famosa canción Caballo Viejo, ese es Don Efraín García Vélez, un veterano agricultor y músico sopetranero que a los 100 años decidió casarse por segunda vez, luego de enviudar hace 17.

Y es que como la famosa canción del compositor venezolano Simón Díaz: “Cuando el amor llega así de esta manera, uno no tiene la culpa; quererse no tiene horario ni fecha en el calendario cuando las ganas se juntan”.

Su historia de amor comenzó en el año 2010 cuando contaba con 93 años. En esa época y cansado de estar solo, le echó el ojo a Carmen Gómez, una dama cincuentona que en ese momento trabajaba en un restaurante del pueblo. Tanto le llamó su atención, que un día la vio pasar por el frente de una cantina y la invitó a una cerveza, que ella ni corta ni peresoza aceptó, más tratandose de Don “Efra”, el tiplista y lirista más famoso de la llamada capital de las frutas en Antioquia, un hombre simpático, moreno y de baja estatura que como los viejos de antes no le falta su sombrero de ala ancha.

Entre conversa y conversa y con los sones de sus cuerdas que sonaron en la ventana de su casa en forma de serenata, Doña Carmen que hoy tiene 67 años, se dejó conquistar por el negro Efraín, pese a los 33 años de diferencia que le lleva.

Por eso cuando el amor llega así de esta manera, con música y detalles, el corazón de esta mujer se abrió y se agrandó tanto, que a las pocas semanas de conocerlo se fue a vivir con él.

Tanto se han entendido, que tras 13 años de convivencia y de vivir “rejuntados”, como se suele decir, decidieron darse el Si… en el altar, un paso concertado entre los dos, él, cumpliendo su promesa que si llegaba a los 100 años se matrimoniaba de nuevo, y ella con la felicidad que le dio casarse por primera vez en su vida, pues nunca tuvo la dicha de hacerlo con el que fuera el padre de sus tres hijos.

LO QUE DIOS HA UNIDO

Y el gran día llegó para sorpresa de muchos el pasado sábado 20 de mayo en la Basílica Menor de Nuestra Señora de la Asunción, en una ceremonia donde hubo tapate rojo, flores, música en vivo y muchos invitados. Como suele ocurrir, al novio lo hicieron esperar, pues si bien la misa era a las 9:00 de la mañana, la “prometida” llegó una hora y cuarto después, muy seguramente por aquello de la vanidad femenina; no faltó aquel que dijera que se había arrepentido, o como lo comentara Don Juan Ospina, director de la emisora Sopetrán Sterero, antes de la misa: “….Pareciera que este matrimonio se estuviera demorando tanto como los años que ha existido don Efrain en estas tierras sopetraneras”.

Llegada la novia al atrio toda vestida de blanco y con un ramo de flores del mismo color, entró muy solemne con su padrino por la nave del medio, donde en medio de aplausos y cámaras de celular fue recibida por su amado, quien también lucía una camisa blanca y un pantalón caqui. Al fondo en el altar, los esperaba el párroco Rogelio Rodríguez Graciano para iniciar con el sagrado sacramento.

Con voz solemne, el sacerdote les expresó: “Don Efraín y doña Carmen, ¿están aquí para contraer matrimonio sin ser coaccionados sino libre y voluntariamente?”, a lo que ambos asintieron con sus cabezas. Acto seguido vinieron las consabidas palabras que sellaron esa unión: “Don Efraín, ¿quiere recibir a Doña Carmen como su esposa y promete permanecerle fiel en la prosperidad y la adversidad, en la salud y en la enfermedad para amarse y respetarse durante todos los días de su vida?”; ante la positiva respuesta, el cura alzó la mano y bendiciéndoles les dijo mientras estos se cojian de la mano: “El Señor los colme con su bendición, y lo que Dios ha unido no lo separa el hombre…”.

A estas alturas de la vida, más de uno en el templo debió pensar para sus adentros, que esa promesa de permanecer fiel en la prosperidad y la adversidad, en la salud y en la enfermedad, entre ellos se cumpliría a cabalidad.

Tras la bendición vino el beso que rubricó este esperado momento nupcial, beso que hubo que repetir varias veces para que quedará para la historia en las fotografias que eternizarán ese histórico momento. Terminada la eucaristía, los recién casados se encaminaron lentamente por toda la nave central a salir por la puerta principal del templo, donde una lluvia de arroces y de flases de cámara cayeron sobre sus frágiles humanidades.

AMOR OTOÑAL

Pero todo no terminó ahí…, la fiesta vino después; primero en las afueras de una heladeria del parque principal, a donde llegaron amigos y más familiares a darles un espontáneo saludo de felicitación; y luego en la casa de la abogada Gloria Candelaria, una de las hijas de Don Efraín, donde tenían preparado un agasajo con almuerzo, vino, torta y música de cuerda, como le ha gustado siempre al recién casado. Allí estuvieron los hijos en común de ambos, acompañados por sus nietos, bisnietos y tataranietos, quien en ese ambiente familiar contaron anecdotas e historias de la pareja.

Pese a que aun conserva algo de lucidez en su memoria, Don Efraín se caracteriza por ser un hombre parco; la que si habló fue la recien desposada, quien emocionada manifestó que ya espera terminar su vida al lado de él: “Yo no soy capaz de dejarlo; estoy muy apegada, y por nada del mundo dejaría que se lo llevaran para un asilo; para eso estoy yo, para amarlo y cuidarlo…”.

Al lado de ella se encontraba su única cuñada, Doña Carmen Emilia García de 86 años, hermana Don Efraín; de 12 hermanos que fueron (8 hombres y 4 mujeres) solo quedan ellos dos. “Él solo no se podía quedar sabiendo que es un roble; tan buena salud tiene que mire que se volvió a casar…”, comentó entre risas.

Aparte de su hermana, no podían faltar en esta cita dos de las hijas del primer matrimonio de Don Efraín con Doña Emma Correa, falllecida hace 17 años, entre ellas Alicia y Luz Helena, quien está próxima a cumplir 80 años.

Recuerdan que su progenitor, nacido el 28 de julio de 1922, ha gozado toda la vida de una salud envidiable, porque siempre se alimentó sanamente con lo que él mismo sembró como campesino; “no como hoy donde abundan los quimicos y los muchachos de ahora llegan si acaso a los 60 años lleno de enfermedades. Por eso hay que saber cuidarse si uno quiere durar un poquito más…”, sentencia Luz Helena.

Ahora después del casamiento, los García-Gómez volverán a su vida normal en el barrio El Porvenir, sector La Quebradita de Sopetrán, ha continuar viviendo su luna de miel, cuidandosen el uno al otro; ella trasmitiendole la energía de sus años maduros, y él compartiendo sus historias y la música de su lira que la hace feliz.

Esta es pues la historia de una singular pareja, que sin importar la edad ni la condición social, decidieron en el atardecer de la vida santificar su amor ante los ojos de la iglesia, poniendo a Sopetrán en el radar de la noticia casi que a nivel mundial, ya que para este turístico municipio del Occidente antioqueño conocido por la producción de frutas, la unión marital de esta pareja otoñal ha sido todo un acontecimiento social, histórico y memorable, pues casi nadie se casa de nuevo con un siglo sobre las espaldas, más aun

creyendo en el amor en estos tiempos del colera, como lo tituló en uno de sus libros el maestro del realismo magico, nuestro nobel Gabriel García Márquez.

Y como bien lo remata en su icónica canción el gran Simón Díaz, Don Efraín, ahora con la bendición divina, continuará en las mieles del amor haciendo realidad aquella sonora estrofa musical: “Caballo viejo no puede perder la flor que le dan, porque después de esta vida no hay otra oportunidad…”.